Por Joel Fonte ()
La Habana.- Educar es fomentar, desarrollar, perfeccionar las capacidades intelectuales de un ser humano, es construirle una moral que lo aleje del instinto animal.
La sociedad humana no podría existir sin la educación como herramienta imprescindible.
Sin embargo, a pesar de que esos principios son universalmente reconocidos, a lo largo de la historia muchos han sido los regímenes que han empleado los centros destinados a la formación y educación como espacios para sembrar y alimentar ideologías, doctrinas, atando a los individuos a través del control de sus mentes, al carro cruel de sus fines políticos, para que los sostengan ciegamente en el Poder.
El castrismo ha sido fiel a esa máxima cruel. En Cuba una de las primeras medidas que la dictadura impuso tras atacar la institucionalidad republicana, fue estatizar la educación, porque de inmediato vislumbró el riesgo que suponía para su control la persistencia de colegios religiosos, privados, donde se fomentara un pensamiento liberal, opuesto a los planes de esclavización colectiva que ya el castrismo fraguaba.
Así, las escuelas y universidades cubanas han sido por más de seis décadas verdaderos santuarios ideológicos; marxistas primero, y castristas después, donde se han ensayado todos los métodos de control social sutil y de represión violenta manifiesta.
A nuestros hijos se les enseña a idolatrar primero a un caudillo antes que a respetar a sus padres, y se les enseña como valores humanos el odio a quien no cohabita con el dogma que impone la dictadura.
En suma, no hay nada que celebrar hoy en Cuba más que el entusiasmo de los que no desfallecen y siguen soñando con una Patria y una educación verdaderas, donde sean Varela, Luz y Caballero, Martí y otros tantos los paradigmas, y no el apellido Castro, con su carga de sufrimiento y abyección.
¡Basta de tolerar injusticias! ¡No más dictadura en Cuba!
