Por Joel Fonte
La Habana.- Los cortes de energía eléctrica -apagones- son una cruel realidad que no es reciente. Para mi generación, como para todas aquí, los apagones son parte de nuestra vida.
Desde los años ’90, con la obsolescencia de las centrales termoeléctricas y el fin de la era soviética que suponía el suministro casi gratuito de combustibles a Castro, todo a cambio de entregar la soberanía de Cuba al Kremlin, los apagones no han cesado.
Fidel Castro los atenuó construyendo grupos electrógenos por todo el país, mostrándose como el Dios salvador de siempre, y asumiendo una deuda que pagaremos por muchas generaciones.
Pero eso no fue más que un remedio pasajero al mal de fondo, porque con la obsolescencia de esas pequeñas unidades de generación, y sin que el régimen hubiese emprendido tampoco la renovación de las termoeléctricas, a pesar de que el contexto era mucho más favorable que el presente, pues había encontrado un nuevo mantenedor económico en la economía venezolana, y hecho alianzas con los regímenes chino y ruso, los apagones reaparecieron con más intensidad.
Hoy, sin soluciones visibles, sin financiamientos, habiendo dictado incluso una norma jurídica para ‘legitimar’ esos apagones por tiempos prolongados de ‘hasta más de 72 horas’, nos prometen que resolverán el problema…
Hablan de fuentes renovables, de paneles solares…, apelan a la vieja estrategia de alimentar las esperanzas con renovadas promesas…porque les asusta el reloj de arena de la paciencia del pueblo, que se va vaciando…
Los hechos son los que cuentan.
