Por Héctor Miranda (Tomado de su Facebook)
Moscú.- Dicen que se acabó Vivir del Cuento. Para mí se terminó cuando se fue Ruperto. Ruperto, no Cachita, ni Aguaje o Facundo, porque el Rupe era un crack, un personaje montado por un actorazo, que le daba una vida tremenda, y que se parecía como nadie a muchos cubanos de mi tiempo. Porque el Rupe es como de mi edad, aunque yo no soy tan radical como él, ni lo fui nunca.
A mí lo que me cuadraba de Ruperto no era el machismo acendrado, o esa fama de conquistador empedernido que se daba él mismo, ni las historias que contaba de sus tiempos de viejo sindicalero. Lo mejor era cuando Ruperto tenía que caminar. Esos pasos hacia adelante y hacia atrás… Tengo que admitir que eso tenía su toque… lo de ir hacia adelante, o aparentarlo, y luego darle marcha atrás.
A todos nos pasa en la vida que alguna vez damos un paso adelante y luego tenemos que volver, tal vez para impulsarnos, o para repensar mejor las cosas, pero no como lo hacía Ruperto, que si dio un paso bien, hacia adelante, fue cuando decidió dejar Vivir del Cuento y asentarse al otro lado, sin mirar para atrás.
En Cuba hay muchos Ruperto. No son tipos comunes, como el mulato al que el jonrón de Marquetti, sobre un tenedor endiablado de Rogelio García, lo tuvo una pila de años en coma, desde aquel bienaventurado 1986, hasta que despertó como dos décadas después, más perdido que la carne de puerco en la actualidad.
Yo suelo pasar de esos que van hacia adelante y luego dan marcha atrás. De todos, menos de los políticos, aunque uno debería estar adaptado a la incoherencia de los políticos, mucho más en un país en el que dedicarse a la política, tener un cargo, un estatus, una posición, no depende de la gente, sino de otro agraciado que te lleva hasta ese lugar, te pone allí, de dice lo que tienes que hacer y nada más.
Luego, cuando estás allí, no haces nada, no resuelves ningún problema, empeoras las cosas, pero sigues allí, sobre todo si estás en la cima de la cadena política. Si eres un intermedio, digamos que un ministro, un vicepresidente, un gobernador o un dirigente del partido, te pueden quitar, aplastar, expulsar, pero si estás en la cima de la cadena, como el león en la sábana, no te quita nadie.
O sí. Pero tendría que ser un viejo elefante centenario, de esos que no se equivocan jamás, porque los de su linaje son infalibles, y los viejos elefántidos -que no paquidermos, porque ya la ciencia los sacó de ahí, ya no pertenecen a esa especie- ya no tienen tiempo para preocuparse de esas cosas, de esas tonterías vulgares, o triviales, porque lo del pueblo común, el que pasa hambre y necesidades, ya no interesa mucho, o menos que antes.
Eso de imitar al Rupe, en la política nuestra, forma parte del pan de cada día. O de cada fin de año, cuando llega la hora de pasar revista y darse unos azotes, como castigo por todo lo que no pudieron cumplir, de lo prometido, que siempre es casi todo, para no ser absolutos.
Vamos a abrir Mipymes, y luego perseguimos a los que se arriesgan a meterse en esas balaceras, conociendo, de antemano, historias pasadas con los negocios particulares. Vamos a desdolarizar la economía y acabar con la dualidad de monedas y, de pronto, resulta que hay más monedas que nunca, y que el dólar vuelve a ser importante. O decimos que nadie quedará desamparado y la mayor parte -casi la mayoría absoluta- está en el desamparo más atroz.
Y no vayan a pensar que es Ruperto el único que da risa. Busquen el youtube el trabalenguas aquel del que pusieron como presidente, cuando se refirió a las tiendas en dólares, en MLC y lo de coger dinero de acá para ponerlo allá, con tremendo esfuerzo… en fin, un pa’trás y pa’lante tremendo.
Tampoco tienen que ir tan lejos. El robusto primer ministro le dio para el frente y para atrás una pila de veces en estos días, mientras hablaba de desdolarizar, y luego de la necesidad de dólares que tiene Etecsa, en una escena que, sino fuera por el caos que vive el país, generaría una hilaridad al estilo del otro Vivir del Cuento.
Ya no recuerdo quien dijo un día que en el pueblo hay muchos Camilo. Tal vez hubiera sido mejor que hubiera dicho que también hay muchos Ruperto, pero no en el vulgo, sino en el gobierno. Claro, también hay muchos Facundo.