Por Jorge Fernández Era (Tomado de El Toque)
La Habana.- Por la foto que adjunto, el código que aparece arriba pudiera parecer el que me identifica en el fichaje que le realizan a cualquier delincuente en la Unidad de la PNR de Aguilera. Pero no, es la placa que se me hizo en la consulta que tuve hoy con mi ortopeda. Me retiró el yeso que protegía mi región tarsal, el hueso suelda espectacularmente. Como dicen los especialistas: «Nunca es tarso si la bota es buena». Es el premio a cuatro semanas en cama y a una fuerza de voluntad que me llevó a imponerme un régimen de prisión domiciliaria digno de un asceta («asceto y no lo otro»). No obstante, mi pata derecha —«la izquierda está más fortalecida que nunca»— deberá permanecer otro mes más en reposo.
Si observan la parte exterior del pie que se conecta con el dedo meñique, notarán la fractura que me hice en la fracasada excursión a la azotea. Se conoce como «fractura de Jones». Suele ocurrir en un área pequeña del quinto metatarsiano y trae aparejada, junto con el alarido de la víctima, una palabrota impronunciable. En esa esquina, la articulación recibe menos sangre; está, por tanto, más propensa a tener dificultad para sanar. Y «las dificultades no pueden amedrentarnos», ya se dijo en las sesiones de la Asamblea Nacional.
Comoquiera que mañana es 18, es de esperar que los compañeros que me atienden, prestos a impedir que me manifieste contra las fracturas de la sociedad, me sitúen un transporte por si tengo que moverme de nuevo hacia el centro hospitalario. No hará falta, me siento bien. Desde mi lecho de enfermo evocaré el candor con que reprimen a tanta gente que quiere sanar cosas más importantes que un hueso. Ya consulté con mi médico: no se ha inventado el yeso que logre inmovilizar cuerdas vocales y ahogar nuestro grito.
Lástima que tampoco pueda salir el 20. Me encantaría —el doctor asegura que el pie «marcha» bien— desfilar por el Malecón con un cartel que rece: «¡Cumpliremos todas las metas tarsianas!».