Por Jorge Sotero ()
La Habana.- El tipo no va a tener valor para decir que el año próximo va a ser mejor, me comentó un amigo hace unos días, mientras nos tomábamos dos cervezas en un bar al que hace unos años íbamos cada viernes en la tarde, al terminar de trabajar, y al que hacía más de tres años que no acudíamos.
-Estoy seguro de que no lo dirá. No puede decirle a la gente que los próximos 12 meses serán de mejoría -me insistió.
-¿Cuánto quieres apostar que lo dice?
-¿Las cervezas del próximo encuentro acá. ¿Te parecen bien?
-Mira que me puedo tomar 10, y tu salario de periodista frustrado no da para tanto.
-Ya está… está dicho -me dijo y me extendió la mano, que apreté presuroso, porque sé que le voy a ganar la apuesta.
Mi amigo y yo nos apostábamos las pizzas en la pizzería que estaba en la colina, detrás de la facultad de Matemática y Computación. Antes de llegar allí, nos sentábamos en un banco de Calle G y nos jugábamos el pagar, o no, al color de los carros, o a los números de las chapas.
Si él escogía los carros rojos y pasaban cinco de ese color antes que blancos, me tocaba pagar una pizza y un espaguetti para cada uno. Lo mismo si se iba por los pares y esos aventajaban a los nones, hasta llegar a 20. Y así fue cada día, por los años de la carrera, siempre en buen tono y sin que nunca hubiera un más o un menos.
Pero esta vez, estoy seguro de que le voy a ganar la apuesta, porque ya veo por dónde viene el Hombre de la Limonada. Desde hace días está dando señales, está loco por soltar que 2025 fue un año mejor y ha ido dejando caer cositas, una tras otra, como aquello de que ha habido un despertar importante en la siembra de frío o la primavera.
También acaba de decir que habrá más megawatts, sobre todo por lo que se invertirá en energías renovables, y habló de que la inflación bajará y de que los precios mejorarán y serán más asequibles a la población.
Lo dijo este lunes en las reuniones de las comisiones de trabajo de la Asamblea Nacional y seguro que aguarda al 20, cuando concluya el periodo de sesiones para soltar su famosa frase, la de cada año.
Lo dirá a su manera, mal actuado, con poca credibilidad, incluso puede que hasta lo pronuncie mal, pero lo hará. Lo ha hecho siempre y el perro huevero no pierde el vicio, ni aunque le quemen el hocico.
De eso no tengo dudas y será la primera vez que le gane una apuesta a mi amigo, conociendo el resultado con anterioridad, por más que él insista en que al tipo no se le ocurrirá decir que «2025 será un año mejor».
Mi amigo suele tener buena mano en el dominó, para las cartas, incluso para las apuestas en el béisbol, pero de política, de la política doméstica, no sabe mucho. En eso actúa, más bien, por intuición, porque no conoce a profundidad la forma de manejarse de estos imbéciles que gobiernan Cuba.
Al final, el objetivo es mantener a la población esperanzada, y ya sabemos que los cubanos, los que quedan en la isla, se ilusionan con poca cosa: un muslo de pollo, un pomo de aceite, una lata de sardinas, una libra de azúcar, arroz con gorgojos, incluso con la promesa de que no habrá apagones, o con el ridículo de cada año. Y esta vez volverá a ocurrir.
«2025 será un año mejor», dirá el tonto -o el hp- de Díaz-Canel y yo llamaré a mi amigo para tomarle las cervezas.
