Por Jesús Hernández Villapol (Crónicas de Júpiter)
West Palm Beach.- El youtuber Jake Paul, devenido boxeador, derrotó recientemente al legendario excampeón Mike Tyson, por decisión, en ocho asaltos, en una pelea que transmitió en vivo la plataforma Neflix, para corroborar que el paso del tiempo es un adversario imbatible.
Tyson, de 58 años, uno de los más grandes pugilistas de la historia, aunque se embolsó 20 millones de dólares por la pelea, fue apenas una caricatura, que solo pudo lograr mantenerse en pie, gracias a la bondad de su joven oponente, de apenas 27 años, quien dos décadas atrás no hubiera sobrevivido unos minutos, a un fulminante nocaut del temible Iron Mike.
La anécdota de esta pelea es apenas una justificación para meditar sobre esa categoría filosófica llamada tiempo, ahora que estamos en diciembre, mes en que es costumbre detenernos en su indetenible paso y al que tanta atención han dedicado filósofos, científicos, artistas y que muy a nuestro pesar, es protagonista, con su imbatibilidad, en la vida de todos.
Pero también, no sin razón, se habla de que es relativo, no es lo mismo 24 horas en una hermosa playa, con buena compañía, en que las horas transcurren al ritmo de un vuelo de aves, que permanecer esas mismas horas en una estación de policía (comisaría) o en un hospital, donde cada minuto constituye una eternidad.
Para una civilización como la romana, que duró quinientos años, un siglo puede parecer poco, mientras que, para el pueblo cubano, poco más de medio siglo de dictadura socialista, ha constituido una condena infinita.
En el béisbol, en el que para ganar un partido son necesarios, al menos 27 outs, en ocasiones, para un lanzador, sacar, sólo, los últimos tres, se convierte en una larga travesía.
Algo similar ocurre a un equipo de fútbol, que tras noventa minutos ha logrado mantener la ventaja de un gol a cero, mientras los cuatro o cinco de descuento, se tornan horas, por el asedio del rival a su portería.
Repasar el escenario de la vida cuando hemos rebasado los 60 es totalmente diferente, es algo así, como que las secuencias de la película se estrechan y que los personajes que aparecen ya no nos sorprenden, porque hay escenas que se repiten, cada una con su percepción del tiempo vivido.
Un intenso amor de juventud, con una mujer mayor siete años, cuando apenas teníamos veintitrés, pudo resultar una osadía ante el tenaz escrutinio de los allegados; cuarenta años después, puede apreciarse como la anécdota de una bella historia de amor.
Alguien cercano, en su adolescencia; reaccionaba con burlona ironía, cuando me refería a una mujer de treinta años, llamándola muchacha. Hoy, cuando ella se sumerge en las tres décadas de vida, por el paso del tiempo; lo percibe de otra forma, la lozanía de los treinta es plena vida y juventud, como lo puede ser cualquier edad, siempre de acuerdo con el prisma con que se valore.
Sobre este tema, nadie como el escritor uruguayo Mario Benedetti, ha logrado convertirlo en poesía.
Pasatiempo
Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana,
no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra