BERLÍN… JUEVES

CULTURA Y FARÁNDULABERLÍN... JUEVES

Por Tania Tasé ()

Berlín.- Es Berlin y hace diciembre con aire gris y cielo bajo. Pareciera que las nubes que casi se pueden tocar aplastan.

Hay un diciembre con luces en ventanas y vidrieras para engañar. Son de ocasión, imprescindibles a la ilusión de fiestas y deseos sublimes y solemnes que se olvidarán tan rápido como las lucecitas destinadas a partir en enero.

Hay un alma que se muere de frío.

Una mano desnuda se congela sosteniendo un cigarrillo que su dueña olvidó fumar.
Ella anda en modo automático y no comprende la prisa ajena en los que suben al tranvía.

No siente dolor aún. Es sólo el schock, piensa. El schock es bueno, le impide comprender el abismo de los finales. Después y sólo entonces, que descubra que está parada en el borde, vendrá un dolor incomprensible, inaguantable, total. Crudo. Siempre viene cuando decide no saltar. Es un calambre en el mismo centro del pecho. Sordo, constante. Indefinible, incomparable.

Mientras lo acecha está sumida en la contemplación del movimiento leve, apenas perceptible de unos collares que danzan en un pecho de nácar. Se mueven como olas. La visión es hipnotizante . Y la transporta a todos los andenes que la despidieron y a otros tantos en los que adivinó la puerta exacta del vagón preciso de quien la abrazó y pensó que era para siempre.

Un mensaje la rescata de ese sueño húmedo con olor a sal. Saluda un amigo desde el invierno mentiroso del trópico.y le desea buena jornada, la sabe camino al trabajo.
La mujer schockeada recuerda que hace dos tardes, una amiga con más problemas que vida le ha dicho: quería escribir otra cosa, pero he despertado pensando en ti, aquí te mando el poema, creo que es tuyo.

La mujer comprende que no está sola y empieza a deshacerse el nudo de piedra que tiene en la garganta. Pero qué rayos te pasa? No te vas a poner a llorar en plena calle. O sí? Respira, diablos!

Ella respira y entonces recuerda qué la despertó mucho antes de la hora. Siente que la habita esa orfandad del llanto de los animales del bosque en la madrugada. También es suya la dulzura resignada de los ojos de un perro acostumbrado a viajar en el metro.

Es diciembre y hay elfos traviesos y llorones. Duendes jodedores que lo ponen todo patas arriba y lloran cuando son descubiertos en sus trucos.

Todo el mundo llora también este mes en el invierno de estafa del carnaval de los trópicos.

Aquí llora de puro frío un alma.

La mujer se rebela. La rebelión es su estado permanente, aún en schock: qué alma ni ocho cuartos? Vaya cosa! Qué es esa alma de la que todos hablan?

Soy yo! Yo soy tu alma, responde una niña desde el reflejo de espejo provisional dek cristal en la puerta del tren. Yo soy tu alma y muero de frío porque olvidas abrigarme. Me voy, me largo de viaje, no me cuidas.

Lo siento, perdóname. La mujer murmura. Pero ya la niña alma no está. Ahora se planta ante ella una mujerona con los puños en las caderas en actitud beligerante: levanta la cabeza, mira hacia delante! A qué viene tanto lloriqueo? Es reina en la cocina de un manicomio de lujo y le grita lo mismo todas las mañanas, mientras le alcanza un café salvador. Ojos tan dulces en cuerpo de general cosaco y vozarrón de capataz: No te va bien? Bueno y qué? Respira y toma tu café. Después todo pasará. Vas a estar bien.

La mujer helada sonríe. Y respira.

Regresa la niña alma. Repite: tengo frío. Quiero una rosa. Una rosa roja, la más hermosa del mundo.
Pero todas las rosas son hermosas! La mujer helada está impaciente.
La niña alma llora suplicante y caprichosa: No! Yo quiero una rosa que no muera nunca.

No tengo tiempo para tu rosa, alma mía: ando persiguiendo aún todas sus lunas, mientras se inclina sobre su lienzo y pinta mujeres hermosísimas que no saben de rosas, ni de gatos y margaritas. Mucho menos de frío o de niñas almas. Sólo saben de lienzos y collares.

Quién soy este jueves sin sal en el aire?

Este jueves sin cerezos en los jardines.

Este jueves sin orgía de fresas.

No sé quién soy este jueves de diciembre, mas ya tengo todos los hilos para tejer un abrigo a esta mi niña alma.

A cambio de una rosa que no sepa morir.

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