Por Ulises Toirac
La Habana.- Estimadas y nunca comprendidas monedas cubanas:
Desearles que estén bien al recibo de la presente sería muy hijoputa de mi parte, pero realmente no le deseo mal a nadie.
No sé describir la sensación, el desasosiego y la emoción que me embarga al escribirles (deja ver si cambio «embarga» antes de mandarles la carta, porque me da la impresión que no es buena de mi parte). He vivido lo suficiente como para creer que ya a estas alturas deben tener problemas sicológicos graves, tanto de personalidad como de autoestima, y se comprende.
De niño, incluso, me llegó algún «nickle» a las manos. Daba pa’ caramelos. Solo uno o dos años antes un peso y un dólar daba igual. No había cráneo con una o la otra en la bodega y con 25 centavos te comías un buen calzo… sí, ahí mismo en la bodega. Pero luego vino el primer cambio de moneda y aquello fue el despetronque más grande de la vida… No me quiero acordar de aquello. Sobre todo ahora que miro pa’trás y me doy cuenta que fue el primer paso. En la dirección equivocada. Pero entonces no sabíamos. Claro.
De ahí para acá los héroes que las engalanan han sufrido cualquier cantidad. Hoy día el apóstol, con toda la importancia que tiene para nuestra nacionalidad, es 1/328 dólar. Ha bajado ¡328 escalones por debajo de Washington! Y no es que piense que Jorgito sea menos, pero…. ¡cojone! ¿328 veces? No, papa. Para empezar, Martí también era masón, vaya. Y un pensador y un patriota que le roncaba (y aún hoy le ronca). No, a ver, eso hasta del punto de vista histórico es una cagalera épica.
Pero me he adelantado, disculpen. No por gusto es plural la oración de saludo. Han sido varias y todas cubanísimas. Empezando por el peso cubano (que ahora por necesidad de la vida en vez de simplemente P, hay que llamarle CUP) y terminando por el MLC, que ni cara tiene porque esa es la más jodida. Sufre personalidad múltiple y complejo psicológico de invisibilidad. Pasando por el vilipendiado CUC que la gente pensó que había llegado para quedarse y…. el clima del trópico. Aquí nada es eterno. Voló como cafunga cuando se dieron cuenta que no daba la cuenta.
La cosa ha residido en un problema de fondo, medular, de raíz, cojonudo: han intentado camuflar el valor real del ya insípido peso cubano poniendo tazas irreales a las «monedas» colchoneta (CUC, MLC, la que sea) y a estas alturas de la vida aún tratan de engañar a un mercado financiero que, triste es decirlo, es imposible de engañar, porque la moneda vale en dependencia de lo que logre, aquí y en la isla Galípoli. Olvídate. Por más maraña que le metan.
Y para que ustedes tengan el ringo-rango que le permita a un jubilado no morirse de hambre, habría que producir, no que importar. Todos andan locos haciendo Mipymes de restaurantes y de importación porque a más no se puede aspirar… y el detalle está ahí: que de no poder aspirar, nos ahogamos.
En fin, para qué las voy a abrumar si ustedes saben más que yo. A este paso terminarán por no existir, y no porque venga alguien a imponer otra moneda, sino porque lo que han hecho con ustedes durante más de 60 años está dirigido a lograrlo. Paso a paso desde que ustedes eran la tranca, hasta el día de hoy.
Ya les digo…. No voy a desearles que estén bien al recibo de la presente, pero, ¡cojone! ¡Cuánto me gustaría!