Por Joel Fonte ()
La Habana.- «Pueblo, levántate, que se desate la tormenta». Esas fueron algunas de las arengas que lanzó Hitler en 1945, en los días previos a la Batalla de Berlín, que marcaría el colapso del Tercer Reich, la caída de la Alemania Nazi.
Era un llamado al suicidio, a inmolarse ante las potencias aliadas que eran ya indetenibles, y todo por un hombre que terminó quitándose la vida como un cobarde.
Le hablaba a ciudadanos que habían perdido contacto con el mundo exterior, porque el insaciable, el voraz exterminador de los judíos, de todo lo que no fuera ario, se había apoderado de las mentes de los alemanes: incautado la literatura que no fuera de su agrado, censurado la música, la pintura, el arte, sembrando de propaganda nazi y de su figura todo el país; había hecho del pueblo que lo eligió, buscando un redentor, una masa obediente de soldados; del primero al último.
¿Y, cuántos pueblos no han vertido torrentes de sangre, sacrificado vidas, por líderes que terminaron siendo sus verdugos, sus enemigos?
En la década que siguió a la Segunda Guerra Mundial, Stalin se afianzó como el gendarme de los soviéticos, luego de las purgas iniciales en su gobierno, heredado de Lenin, y atenazó con garras de hierro el cuello de todas las nacionalidades de aquel enorme país.
Así, a la par que asesinaba, encarcelaba, perseguía con furia o enviaba al exilio a sus rivales, multiplicaba la propaganda que enaltecía su figura hasta divinizarlo.
Dos déspotas de dos extremos distintos, pero siempre la misma victima: los pueblos.
Y continúa siempre igual. La historia moderna nos muestra decenas de mitos fabricados con el empleo de los medios de propaganda, de manipulación. Mitos que crecen a la par que el sufrimiento y el dolor de millones de seres humanos bajo su poder.
El Chavismo, y sobre todo el Castrismo, son en el subcontinente americano los dos más sombríos y contemporáneos ejemplos de masas que idolatran y llaman Salvador al bandido.
Hoy, esa realidad tiene como contrapeso los medios de comunicación alternativos, con la Internet, las redes sociales. Pero, en países subdesarrollados como el nuestro, donde el acceso a la Internet no está generalizado, el poder de la información sigue notablemente en manos de los regímenes que gobiernan y utilizan los medios masivos de propaganda con ese fin manipulador de las mayorías.
En Cuba esa manipulación sigue siendo, junto al control de las fuerzas militares, la principal arma de la dictadura Castrista.
Pero, recordémoslo siempre, la dura realidad, el hambre, las carencias, los abusos de que son víctimas, llegan a penetrar tan hondo en la conciencia de la gente, que termina por despertarla.
Y, cuando eso ocurre, cuando ese pueblo deja de creer en quienes controlan el poder, se lanzan a arrebatárselo.
Ya nuestra sufrida nación, a golpe de esa angustia infinita, está recorriendo el camino a su libertad.
¡No más dictadura en Cuba!