LA MALA SUERTE DE LOS PROYECTOS DE PALMAREJO

LECTURASLA MALA SUERTE DE LOS PROYECTOS DE PALMAREJO
Por Héctor Miranda (Tomado de Facebook)
La Habana.- Palmarejo tiene mala suerte. Los proyectos vinculados a aquel lugar entrañable se malogran desde antes de nacer, incluso antes de llevarlos a blanco y negro, como se le decía siempre a eso de poner por escrito los planes, los sueños, los acuerdos, y hasta las canciones.
Mis planes, y los de un amigo con dinero – con mucho dinero- pasaban por hacer algo majestuoso en Palmarejo, entendido el lugar por toda esa zona que va desde la línea de vía ancha hasta donde estaba la paila de Lomita, donde las locomotoras de vapor, desaparecidas hace casi medio siglo, llenaban sus tanques de agua para luego, con el calor de sus cocinas, generar la energía que les permitía moverse majestuosas por aquellos sitios, con sus fumarolas blanquísimas y el silbido del aire que salía de la caldera.
El proyecto era ambicioso, y llevaba piscinas para la cría de truchas en los alrededores de la presita de Periquillo. Estaba todo amarrado, e incluía truchas de carne blanca y también de carne medio anaranjada, parecida a la del salmón. Unos 20 estanques de 100 metros de largo por 50 de ancho producirían una considerable cantidad del referido pez, que contarían con el alimento adecuado y sistemas de ventilación eléctricos, como esos que se ven por ahí, en negocios similares, en otros países… claro
En lo de Rabuja Franco íbamos a levantar unas majestuosas granjas para cerdos, con capacidad para producir unas 10 mil toneladas al año y garantizar unos 30 mil cerdos medianos para cada fin de año, para que todo el que quisiera comerse un cerdo asado en diciembre lo pudiera hacer. Desde Rancho Veloz hasta Cifuentes o Encrucijada, y puesto en la casa, adobado y todo.
En lo de Próspero Hernández, donde ahora solo debe haber marabú y galán, si es que este último ha logrado sobrevivir, estaban en proyectos unas instalaciones enormes para la cría de pavos -o guanajos, como le decimos los que nos criamos allí-, no solo pensando en la festividad de Acción de Gracias, cada vez más asumida por los cubanos -los de afuera, aclaro- sino para el que quiera comerse un día un buen fricasé, sin tener que esperar porque crezcan las jutías o los avestruces prometidos, y que, de seguro, saben peor.
Un cebadero de toros ocuparía las tierras que fueron de Eusebio García, más conocido por Bolillo, lo que era de Gilberto Martínez y de Orestes Carreño, el isleño amigo de mi padre hasta el último día. Ya nos imaginábamos viendo cómo terneros pequeños se convertían en añojos, toretes y toros a velocidad asombrosa, y de verdad que nos hacía ilusión.
En lo del viejo Kan iba un almacén de cereales y un molino para producir los piensos para todo tipo de ganado. Y al frente, unos talleres para reparar los camiones y las maquinarias, que incluirán tractores, bulldozers, una flotilla de camiones y camionetas, encargadas de llevar a otros sitios, entre ellos al puerto de Isabela de Sagua, las producciones de Palmarejo.
El proyecto incluía unos sembradíos de caña de azúcar, para usarla como comida para el ganado, frutos menores, legumbres, verduras, en modernos sistemas de tapado, que permitirían la siembra y cosecha durante todo el año. Además de una espaciosa carretera de dos vías, desde la carretera de Sagua hasta el mismo centro de Palmarejo, donde estaba en planes un hotel. La vía tendría un paseo interior en el que estaba previsto sembrar almendros, pero…
Como siempre hay peros, ayer aprobó el Consejo de Ministros lo de los apagones por 72 horas como ley o poco menos, y apareció una señora en televisión diciendo que los nuevos emprendimientos tendrían que garantizarse su propia energía, y el socio mío, a pesar de tener mucho, mucho dinero, y yo, no creemos que valga la pena explorar en Palmarejo en busca de petróleo y mucho menos levantar una termoeléctrica, aunque solo sea para no tener que ver por allí al tal Bernardo Espinosa preguntar por la disponibilidad.
El proyecto lo hemos aplazado, en espera de tiempos mejores, que de seguro van a llegar, porque nada es para siempre.
Así, tendremos más tiempo para pensar en el lugar dónde crecerán las plantaciones de cítricos -incluyendo el de la base de todo-, los sembradíos de soya, dónde comenzarán a levantarse las nuevas casas para el que quiera trabajar allí, incluso los puestos de control que impedirán entrar a los políticos.

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