Por P. Alberto Reyes Pías (Especial para El Vigía de Cuba)
Camagüey.- Existe una técnica que se llama “el robo de la hormiguita”, que no es otra cosa que ir sustrayendo lo que se quiere de a poquito. Así, los efectos no son llamativos a corto plazo, y como el cambio es tan “natural”, la situación que va generando tiende a presentarse como algo “normal”.
Por ejemplo, hay personas que agradecen que la corriente eléctrica se vaya “sólo” ocho, o diez, o doce horas, porque nos han ido robando la conciencia de que hoy día existe la tecnología suficiente para que NUNCA falte la electricidad, y que lo realmente normal es que la corriente no falte, a ninguna hora.
Y la corriente es sólo la punta de un iceberg gigantesco cuya lista de componentes sería
interminable, porque esta “domesticación” a lo hormiguita ha sido el trabajo paciente y sostenido de 65 años de historia.
Para empezar, nos vendieron la imagen de la revolución como una madre diosa, y a los barbudos de la sierra como sus hijos predilectos. Una diosa que empezó hablando de justicia, de igualdad, de reforma agraria, de alfabetización para todos… y cuando sus hijos empezaron, poco a poco, a controlarlo todo, a apropiarse del país y a valerse de sus discursos para aplastar la libertad y la democracia, no fue tan difícil mostrar como “normal” la “necesidad” de purificar la sociedad, de eliminar a los que se oponían a la madre
diosa, y ya no fue tan discordante delatar, agredir, confiscar, incluso fusilar.
Fascinados por la madre diosa, no nos extrañó que ofreciera tantas gratuidades: educación, salud, oportunidades… que nos fueron robando el sentido del trabajo justamente remunerado que permite una vida digna y, sobre todo, autónoma e independiente. Sin embargo, la suavidad del proceso hizo que nos familiarizáramos con sueldos precarios, que no nos inquietáramos por una moneda que se hacía cada vez más artificial y devaluada, que aceptáramos sin mucha alarma una línea de pensamiento único, la desaparición de opciones políticas alternativas, la ideologización del sistema educativo y el adoctrinamiento de nuestros hijos.
Aceptamos la “libreta de abastecimiento” como un logro y se nos hizo extraña la idea del libre mercado. Poco a poco, siempre poco a poco, vimos decrecer los productos de esa “canasta básica”, asumimos la irrupción del dólar, el cambio a CUC y a MLC; nos acostumbramos a vivir en casas precarias, despintadas, sucias, remendadas; asumimos los precios abusivos y la escasez de todo; aprendimos a cocinar con leña o con carbón, a estar largas horas esperando un transporte…
Y por supuesto, nos acostumbramos al sometimiento, al asentimiento falso y al apoyo robótico, a temer a las autoridades, a quedarnos callados ante sus amenazas, a no exigir nuestros derechos…
A paso de hormiga, nos robaron la conciencia de nuestra dignidad, de nuestro valor como hombres y mujeres libres, nos robaron la conciencia de nuestros derechos.
Por eso, tal vez a paso de hormiga, necesitamos empezar a despertar, a mirar y a mirarnos, a entender que el modo en que vivimos es inhumano e injusto, a preguntarnos el por qué tenemos que seguir así, y a dejar de una vez por todas de dar gracias por las migajas con que nos hacen sobrevivir.