Por Anette Espinosa ()
La Habana.- La publicación en la Gaceta Oficial del Decreto Ley que legaliza los apagones de hasta 72 horas a propuesta del ministro de Energía y Minas corrió como la pólvora, a pesar de que el 90 por ciento de los cubanos no sabe qué es la Gaceta y jamás la ha visto, y a los gobernantes les temblaron las piernas, al extremo de que lanzaron contramedidas para ponerle freno a los estado de opinión contrarios.
Mi hermana, más joven que yo y más ‘bocona’, lo comentó en su trabajo y enseguida le salieron dos compañeras a comérsela y a decirle que se había hecho eco de una bola y que eso era una soberana mentira, pero, Espinosa al fin, las puso en su lugar.
Solo les preguntó si sabían qué era la Gaceta Oficial, que si la habían visto, si tenían ideas de lo que estaban defendiendo, y una de ella, la mayor, le dijo que no sabía, pero que el partido les había orientado contrarrestar lo que se estaba diciendo porque no era así. Literalmente, lo confesó todo.
Mi hermana, bastante ducha en eso de rastrear en internet, pese al deplorable estado de las conexiones, buscó y le mostró. La señora preguntó aún si no podía tratarse de una página hackeada, pero solo se llevó una carcajada y verse sola como abogada del diablo, porque hasta la otra admitió que era legítimo y que las habían manipulado… una vez más.
Este es un ejemplo, aunque no el clásico, de lo fácil que mienten los comunistas en Cuba, y de cómo intentan manipular la opinión pública, tal como hicieron cuando el proceso constitucional, en el que embrollaron todo con el famoso artículo del matrimonio gay para colar por otra parte otras cuestiones que le interesaban más, aunque al final, todos se pasan por el forro la Ley de leyes, más que nadie los dirigentes y la policía, que es como decir todos los represores.
Ahora la gente -llamémosle el pueblo llano- anda detrás de lo aprobado por el Consejo de Ministros, lo de la Gaceta Oficial y las fotos de Manuel Anido, el hijastro de Díaz-Canel con la laureada Ana de Armas, y se olvida de que en Playa Guanímar lo que tumbó el huracán Rafael aún no han ido a intentar levantarlo, que la gente allí no tiene qué comer, o que los afectados por el sismo en la zona suroriental del país viven un calvario.
El presidente -o el que dicen que ocupa esas funciones- sigue con su política de pastoreo y va a Lajas, en Cienfuegos, al hospital a ver a las dos nietas recién nacidas, recibe embajadores, habla algún poco de caca de la de siempre pero a Pilón, Guisa y esos lugares, no va nadie.
O sí, mandan al casi nonagenario Ramiro Valdés, en compañía de una escolta numerosa y un masajista que, cada dos horas tiene que darle masajes para que camine, a sermonear un poco a los habitantes de Pilón que viven en tiendas de campaña, que comen de ollas colectivas y tienen a los hijos dando clases debajo de los árboles, en pupites que parecen traídos del siglo XVI.
Los que sufren esas calamidades, con el riesgo de contraer enfermedades, no ven llegar brigadas de constructores, ni tolvas de cemento, ni alimentos para paliar, al menos el hambre. Allí solo van payasos, trovadores, algunos artistas, porque el gobierno cubano se ha creído que con esas cosas se resuelve el problema.
Los que viven en casas de campaña, seguirán allí por mucho tiempo. De lo contrario tendrán que levantarse ellos mismo, con madera o guano, un sitio dónde vivir, porque el gobierno no hará nada, y si les ofrece un subsidio, solo les alcanzará para comprarse seis o siete sacos de cemento.
Mientras, el presidente recibe a un grupo de niños, que no tienen nada que ver con la mayoría de los niños cubanos, y les muestra el Palacio de la Revolución. Y dice, incluso, que es feliz… Él es feliz, como no va a ser feliz un político hijo de puta que disfruta de todas las comodidades sin resolver nada. Cualquiera es feliz así, sobre todo si vas a un sitio de esos por ahí, por cualquier campo, y los mismos que se comen apagones de hasta 20 horas diarias, después dicen que se erizan al verte.
Cuba es el país de la mentira, y no hay gobierno más mentiroso en el mundo que el cubano.
