Por Kathy Eisenring
Basilea.- Generalmente le huyo al tema del momento, el que sea. Pero esta mañana hice un post sobre mi otrora casi vecina de Santa Cruz del Norte (que luego borré) , la de armas tomar…aunque no las que debería porque esta sucia, sí, sucia, tomó las armas del que dio la orden de combate. Contra su propio pueblo.
No, yo no creo que se conocieron en España. A las puertas del Oscar la vomitiva mayor, dictadora del corazón…de nadie, había hecho buen aspaviento por Anita, la sucia, y dijo más, la puta.
Sus viajecitos a Cuba seguro que incluían un discreto almuerzo o comida o fiesta en la piscina del puesto a dedo y su abominable familia. Pero una mujer que puede prácticamente escoger a cualquier hombre de este mundo y hasta de otros si le diera la gana, se va con ese…exactamente con ese. ¿Y por qué?
No fue el azar, no fue el alma gemela encontrada mágicamente entre langostas y paseos por los cayos. No, ese hombre fue escogido por una oscura, asquerosa, vomitiva razón que si bien no entiendo, sí veo claramente: a Ana no le basta reinar en Hollywood, ahora también quiere ser la reina de ese reino en ruinas donde nació. Quiere pasear su cara bonita por entre troyanos y helenos.
Esa mujer vale menos que una prostituta profesional porque ella no lo necesitaba, ella eligió al que masacra su pueblo y vive de su miseria. Ana, y esto no lo digo jamás, ¡yo te maldigo!
Sobre la foto de portada: No sólo estaba con ese tipejo deplorable sino también con los abogados que llevan el caso de la deuda del Banco Nacional de Cuba en Londres. Una declaración más que evidente del lado en que se posiciona esa mujer.