Por Christian Arbolaez
La Habana.- En Cuba, cuando se quiere decir que algo no tiene remedio, se suelta una frase que todos conocen: No lo salva ni el médico chino. Pero pocos saben que este dicho, tan cubano como el café, tiene su origen en un personaje real que dejó una huella en la historia de Cárdenas: Cham Bom-biá, el famoso médico chino.
Cham Bom-biá, según cuentan, arribó a La Habana en 1858, trayendo consigo no solo sus conocimientos de medicina oriental, sino también un aire de misterio que fascinaba y desconcertaba a partes iguales. Tras pasar un tiempo en Matanzas, se instaló en Cárdenas alrededor de 1872, donde estableció su consulta en una casa, cerca del cuartel de bomberos. Su figura era inconfundible: alto, con una mirada penetrante y bigotes largos al estilo tártaro. Vestía como los occidentales, pero con una levita de dril que parecía reforzar su carácter enigmático.
En su botiquín, Cham mezclaba los saberes de la herbolaria china con los avances médicos occidentales, creando remedios que muchos consideraban milagrosos. Curaba enfermedades que los médicos de renombre ya habían desahuciado, devolviendo la salud, la vista e incluso el movimiento a sus pacientes.
Cham Bom-biá no hacía distinciones entre ricos y pobres. A los primeros les cobraba sus honorarios, pero a los más necesitados simplemente les decía: Si tiene linelo, paga pa’ mí; si no tiene, no paga. Incluso les proporcionaba las medicinas de su botiquín o los enviaba a la farmacia china de, donde también se despachaban sus fórmulas.
La popularidad del médico creció tanto que se convirtió en una especie de figura legendaria. Sin embargo, su vida estuvo envuelta en secretos. Practicaba con un ceremonial imponente, lo que hacía que sus pacientes se sintieran atendidos por alguien extraordinario.
Una mañana, Cham Bom-biá fue encontrado muerto en su humilde camastro. Nadie pudo determinar la causa exacta de su muerte. Algunos dijeron que se suicidó; otros, que fue envenenado por rivales celosos de su fama. Su fallecimiento, al igual que su vida, quedó rodeado de misterio.
Cham Bom-biá dejó un legado que trascendió su época. La frase popular No lo salva ni el médico chino sigue viva, recordando a ese hombre que mezcló ciencia, carisma y tradición para ganarse un lugar en el corazón de Cárdenas y en la memoria de Cuba.