Por Oscar Durán
La Habana.- Cuando pasas la rotonda de la Ciudad Deportiva y sigues por la Avenida Boyeros, a mano derecha te queda un matorral bastante grande, lugar preferido por varios “francotiradores” y declarado “patrimonio lechístico de la nación”.
El martes pasado estaba esperando el P16 en el paradero y me entraron muchas ganas de orinar. De ingenuo, cogí monte adentro y en menos de cinco segundos me eché a más de diez tipos haciendo “ejercicio” de doble empuje.
Fue un escenario bastante triste ver a todo un CDR masturbándose a costilla de mujeres que esperaban un transporte público para llegar a sus casas. Había hasta niñas.
“Llegan bien temprano en la mañana y son las ocho de la noche y todavía están allá adentro. Es como si fuera su centro de trabajo. Yo no les hago caso porque estoy acostumbrada, pero la primera vez sí fue traumático, casi eyacula a mi lado con todo el descaro del mundo”, me comentó una de las muchachas cuando vio mi cara de asombro al salir de aquel matorral.
La Habana está llena de pajuzos o pajizos, como usted quiera decirle. En los alrededores del hospital Calixto García y al frente de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, hay hasta disputa por los lugares. Ahí se dan bastante gusto con las jovencitas universitarias.
“Yo vivo por esta zona hace 25 años más o menos y la Policía jamás le ha puesto un control a todos estos cochinos”, afirma una señora que prefirió no decir su nombre.
Las mujeres evitan pasar por esos lugares a cualquier hora, se sienten acosadas y la mayoría cogen miedo. Es un tema archiconocido por las autoridades, pero nadie pone un control. Además, como están las cosas en este país, lo menos que les importa a los gobernantes es controlar a esos depravados sexuales. La prioridad es parquear una patrulla frente a la casa de Jorge Fernández Era o perseguir a quien grite Patria Vida.
En Cuba, las mujeres están desprotegidas. No ahora que todo es un desastre, desde hace muchísimo tiempo. El tema de los masturbadores es un pequeño botón de muestra, todos sabemos cómo andan los femicidios y las violaciones de un extremo a otro de la isla. Y lo más lindo, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) es un objeto decorativo que ni pinta ni da color en esta historia, pero para mandar a tres guarapitas del Ministerio del Interior a que le den una golpiza a Berta Soler, tienen el uno.
Cuando esto sea un país normal, hay que barrer de un golpe con millones de cosas mal hechas, empezando por brindarle a la mujer un espacio seguro dentro de su ámbito social. A día de hoy, las cubanas están muy vulnerables en ese sentido. Es cuestión de pararse en cualquier lugar y preguntar si se sienten acosadas cuando andan solas.
“Como van las cosas, es hasta mejor quedarse en la casa y no salir. Uno siente mucho miedo en la calle”, me dijo una adolescente de 17 años señalando con su dedo índice derecho el árbol donde estaba escondido uno de los “quinicientos francotiradores” que día por día van a derramar “un poco de líquido” en cualquier lugar de La Habana por donde pasa un de sus dianas preferidas.