Por Carolina de la Torre ()
La Habana.- Si no tengo el valor para salir a manifestar mis quejas y opiniones, al menos lo debo tener para expresar apoyo a quienes lo hacen.
No, no se trata de protestas porque un evento natural tumbó postes, casas, puentes e instalaciones de salud y educación. Tampoco contra tantos trabajadores que no descansan por darnos electricidad o servicios, se trata de protestas porque una vez pasado el evento, y antes del evento, los insuficientes y precarios servicios -por ejemplo BOMBEO DE AGUA- no se puedan restablecer porque desde hace mucho tiempo (muchísimo) ya estaban muy mal y no se priorizaban por encima de inversiones «para un futuro de turismo» (la gente no viene a un hotel, la gente viene a un país).
Tampoco se trata, creo, de ignorar el peso del fuerte bloqueo; se trata de tomar las
mejores políticas para vencerlo.
No se puede apresar y castigar a personas que llevan una vida escuchando que hay que «luchar (y aguantar) por preservar nuestras conquitas» y que mientras más resisten menos conquistas ven… porque la vida se les va.
Creo, como muchos, que los seres humanos tienen que tener el derecho de manifestarse, incluso de reunirse como lo hacían nuestros grandes líderes sindicales. (ya casi nadie conoce o recuerda lo que era un sindicato).
Tengo deseos de ver a Luis Manuel Otero Alcántar y muchos otros, libres. Conozco personas que cumplieron pocos años por intento de homicidio. ¿Cómo mantener o llevar presas a personas por hacer un poquito -tan solo un poquito- de lo que hicieron los héroes y mártires que Cuba honra?
A los que dirigen les corresponde sacar al país de este hueco, ya sea haciendo cambios profundos o permitiendo que las personas -sin miedo ni amenazas- se unan, debatan, expresen, actúen; y lo mínimo: protesten y exijan.
Se trata de ancianos sin agua, de niños sin alimentos, de trabajadores sin transporte, de sujetos pensantes sin posibilidad de expresar sus descontentos, sus demandas, sus iniciativas, sus ideas.
No es posible seguir leyendo y escuchando callados las claras amenazas para paralizar e intimidar al pueblo.