Por Ricardo Acostarana ()
La Habana.- Noviembre lleva siendo todo un año en catorce días y yo no recuerdo muchas cosas de enero a la fecha.
Mentirse es también no querer recordar. Así que noviembre es el fin de la temporada ciclónica y es también los 366 días de este año en 720 horas y será la otra mitad que nos falta.
A mitad de noviembre, que es como decir a mitad del beso que no es o del duelo que uno calla, logro recordar que puedo hacer cosas que me esquilan un poco todo este desastre nacional que es también uno mismo.
Correr está siendo uno de los descubrimientos de este año. Correr es, definitivamente, el as bajo la manga que yo no sabía que tenía.
Correr es mi otra receta contra la ansiedad y la euforia, contra la intensidad y las postrimerías de la carne, una biografía en pausa escrita con toda la dopamina que me descubre y me declara menos imbécil cuando llego a la meta que me invento, varios kilómetros después del miedo por salir a correr sin una aparente ruta.
El miedo es uno de los procesos más complejos y más divertidos a la hora de correr. En plena carrera he pensado en desmayos y en tropezones, y en sudor frío y en ganas de sacarme los intestinos, en dolor del bazo o en ceguera intermitente o que finalmente no podré terminar. Siempre termino riendo. Hoy tuve una hora cómplice de esa sonrisa.
Que el miedo te dé valor y nos recuerde que estamos siempre a mitad de una carrera, sea a campo traviesa, en mitad de la noche o con el sol encima de uno y la yerba respirando lo distante que puede estar tu horma de un vendaval; toma decisiones, baja el trote, mira hacia atrás, pero sin dejar de correr, porque una vez que el vuelo toma forma, arrepiéntanse mortales.