Por Víctor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- Luego de cinco días sin asomarme a la puerta, víctima de este agorafóbico dengue, o lo que sea que tengo, me he llevado tremenda sorpresa.
Mi edificio tenía una vista rural hermosa. Desde mi balcón-portal tenía la vista completa de la imagen fabulosa de un potrero inmenso, con vacas incluidas. La desidia contagió el lugar y, junto a la basura, comenzaron a crecer cuatro matas de marabú.
En un año aquellas matas se convirtieron en árboles frondosos y saludables que me robaron el paisaje. Bajo la sombra crecía también, inexorablemente, el basurero. Era un monumento al abandono, una estatua al «me da igual, bah», una estatua al «¡jódete viejo, tú no eres familia mía, no comas más mierda ya!».
Pues, una vez más me sorprende percibir que hasta los eventos más desagradables tienen sus aristas positivas. Resulta que en medio del reciente apagón nacional, y con la escasez y altos precios de los combustibles «tradicionales», el carbón se ha convertido en una naciente estrella, como Lady Gaga.
Mis marabuses llamaron la atención de algún emprendedor y entre una fiebre y otra las cortaron para hacer carbón. El carbón que saquen de ellos no podré comprarlo pero al menos me dejarán ver, de vez en cuando, alguna vaca.