EL HOMBRE NUEVO

CUBAEL HOMBRE NUEVO
Por Ulises Toirac ()
La Habana.- Desde que el mundo es mundo, las especies han tenido que adaptarse a los cambios medioambientales, de tal manera, las especies a cuya naturaleza le era imposible afrontar esos cambios, perecieron o se convirtieron en otra cosa.
En eso Charles Darwin se metió la vida, que es bien poco teniendo en cuenta que hablamos de millones de años de evolución… ¡Qué mierda son 70 años de estudios…! Bastante rápido lo hizo. Si se lo hubieran puesto de tarea del partido quizás hoy en día no supiéramos de qué especies salieron las aves, por ejemplo, o tuviéramos una teoría como «a pesar del crudo bloqueo de los elementos, los anfibios, gracias a una estoica voluntad combativa, sacaron alas de donde no había y emplumaron para darle al mundo un ejemplo de independencia y soberanía».
En fin, que estos largos días de apagón (llevo seis y todavía ando esperando «la hora bonita» que sé que han decidido los diferentes responsables del asunto, una hora espectacular y emotivamente inolvidable) han dejado huellas indelebles de mi evolución a una especie homínida con características que me harán sobrevivir en las más precarias condiciones que se presenten jamás.
Lo primero que comprobé es una absorción increíble de la luz. Mis ojos se han acostumbrado al menor destello, iluminaciones que antes no podía percibir. Y lo atribuyo a dos factores: andar a ciegas por la noche en la casa y haber bajado la iluminación de mi móvil casi a cero para que le dure la batería. Mis ojos se han adaptado de tal manera que percibo pozuelos en casa y mierda de perro en la calle sin una gota de iluminación. Al móvil le estoy viendo incluso la energía que despide aún con la pantalla apagada. Es bello.
Hace dos días que ni cago ni orino. La razón es simple: un cubo de agua para descargar el inodoro debo llevarlo desde el sótano donde está la cisterna (todavia le queda agua) hasta mi apartamento en el segundo piso. Imposible seguir el ritmo de deposiciones de una persona normal, teniendo además en cuenta que como se han echado a perder los alimentos, debo ahorrar energía corporal. De tal manera que mi propósito es llegar a ser un organismo con cero desechos, autosustentable. Espero lograrlo.
Hay otros cambios que he ido experimentando. Por ejemplo en el comportamiento. Antes me era posible estar en una misma posición más de diez minutos, a menos que estuviera dormido, claro. Ya en mi sexto día de apagón puedo estar absolutamente quieto y sin pensar por más de seis horas. Esto es sin dudas un paso importante en mi camino hacia la hibernación espontánea, sueño de todo ser viviente.
Es una lástima que sepa que en algún momento sucederá «la hora bonita» (que ya no me lo parece tanto): con dos semanas de apagón, sin agua y sin Internet, pudiera lograr una perfecta evolución hacia eso que por razones equivocadas les dio por nombrar como «el hombre nuevo». Solo ahora cobra sentido esa definición.

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