Por Ricardo Acostarana
La Habana.- Pasó el ciclón. Tumbaron la corriente. Pero pudo no haber existido el ciclón, pudieron tumbar igual la corriente y nada hubiera cambiado. Todo estaba en los planes y aquí los planes, rara vez los rompen.
Uno lo ve, camina o pedalea por el Vedado, Playa, Centro Habana, la Habana vieja, La Habana verde huevonúa de la gente con bocina en la calle que se lava la boca en el agua albañal de la entrada de la casa.
El mundo en La Habana continuó exactamente igual que 72 horas antes del ciclón porque un ciclón no es suficiente. Es el Caribe este contra todos los ciclones. Y estoy satisfecho en parte porque la gente tiene que ser coherente. Si te ríes de tu miseria, cabalga con ella a todas partes. ¿Es también esa una forma de rebeldía? ¿Es también una manera de hacerle la pasarela al desamparo?
Un amigo me decía en el primer apagón de hace casi un mes, que es ese el nuevo nivel leyenda en que el cubano se juega la vida, con amplias posibilidades de pasar al siguiente escalón.
Hay cosas que no cambian a pesar del ciclón y del apagón, a pesar del desamparo y de la queja milenaria de que estamos malditos.
Somos un país hermoso, solo tenemos que esperar a la necropsia para confirmarlo.