EL TRIUNFO DEL COLORA’O AMARILLEA AL TARDOCASTRISMO

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Carlos Cabrera Pérez

Majadahonda.- La victoria electoral de Donald J. Trump es la peor noticia para el tardocastrismo, porque el aplastante éxito republicano ata las manos de Biden para lanzar un salve a La Habana, de aquí a enero de 2025; pero también es una oportunidad para el arrinconado sector reformista habanero, siempre que consiga vencer las suicidas resistencias de los dinosaurios.

Hasta el momento de redactar esta nota, el Partido Republicano ganó en voto electoral y popular, conservó su mayoría en la Cámara de Representantes y recuperó el Senado.

Si en La Habana quedase alguien con cabeza política, a esta hora ya estaría felicitando a Trump y los republicanos por su incontestable triunfo y mandando señales para sentarse a negociar, en serio, el apoyo de Estados Unidos a un programa de reformas política y económica, que devuelvan a Cuba a la normalidad democrática con creación de riqueza y justicia social.

El tiempo de las posposiciones y maniobras para comprar tiempo político ha acabado, y si todavía alguien duda, que mire para Venezuela, donde el socialismo del siglo XXI se está achicharrando en su propia salsa, pese a sus numerosos y variados recursos naturales, que no es caso de Cuba.

Cabilderos, Agentes de influencia y gusañeros han visto como su política ficción ha acabado en la nada y, ya sabemos, que la nada, nada inspira, como le ocurre a la política cubana desde que Obama les tendió la mano y Raúl Castro se apendejó.

Europa, Canadá e Hispanoamérica no quieren seguir en la dinámica del doble discurso; críticas en privado y cortesía diplomática en público, porque el gobierno cubano ha conseguido un éxito arrollador, hartarlos a todos, con sus dilaciones y excusas baratas.

Siempre que La Habana se ve con el agua al cuello, aparece un pozo de petróleo, un multimillonario que quiere invertir en una fábrica de papalotes en almíbar o un chino apasionado con las placas solares; pero luego pasa algo, que nada se concreta, y no se vuelve a hablar del asunto hasta la siguiente ocurrencia.

Los más recientes datos sobre el turismo confirman el fracaso de los militares en la gestión de la economía cubana; aquellos que llegaron con famas de Chicagos Boys y aperturistas, no son más que administradores de OFICOLAS (no es una errata) y bodegueros de hambre y la teoría oportunistas de que cambios económicos provocarían reformas políticas cayeron al vacío.

El comunismo, incluso el de compadres que impera en Cuba, es irreformable porque atenta contra la lógica humana y el alma de la nación, que siempre fue ajena a los muñequitos rusos y fans de Walt Disney, por mucho interés de los comisarios del mal en el Manual de Afanasiev y otras chealdades.

El tardocastrismo no sabe manejar los tiempos políticos, confunde la realidad con sus deseos y, como todo creyente en musarañas, alberga siempre la absurda esperanza de milagros que nunca llegan y culpa a otros de sus fracasos consecutivos.

Con Biden y el Vaticano habían llegado a un acuerdo para liberar a los presos políticos del 11J, en la Navidad de 2022, pero la casta verde oliva y enguayaberada incumplió su palabra porque pretendía desterrar a los jóvenes rebeldes y el Papa Francisco se opuso tenazmente.

El miedo es un mal compañero de viaje y provoca resultados inversamente proporcionales a los deseos de los cobardes, como le pasó a Raúl Castro, cuando se apendejó ante el new deal de Obama.

El socialismo próspero y sostenible que pregonaba Díaz-Canel ha devenido en una pesadilla para la mayoría de los cubanos, que soportan represión, pobreza, desigualdad y descapitalización humana; y encima el gobierno les miente un día sí y otro también porque su táctica consiste en continuismo simplón.

Los analistas de La Habana debían reflexionar sobre la movilización que provocó Trump entre votantes cubanoamericanos, que desconfiaron del resultado hasta este mismo martes, cuando los más activos informaban de supuestas parálisis de máquinas contadoras de votos y otras travesuras atribuidas a los derrotados rivales.

Mientras llega la cordura o sigue la continuidad de la limonada sin limón ni azúcar, será divertido ver los pucheros de los heraldos tardocastristas, consternados porque los electores estadounidenses prefirieron a un hombre malo a una mujer buena, progresista y descendiente de emigrantes.

Trump no tiene a Cuba entre sus prioridades, pero no le pasará una porque es consciente de las amenazas que implica para la seguridad nacional, y la mejor prueba no son los espías que se mueven por Washington y Nueva York, sino la salvaje oleada migratoria que Biden se tragó sin rechistar y que ha pagado Kamala en las urnas.

Los retos principales del próximo gobierno serán trasladar la pujanza macroeconómica a los bolsillos de los contribuyentes, reordenar las esferas de influencia, pendiente desde la caída del Muro de Berlín, afrontar el terrorismo de inspiración islámica y contribuir al fin de las guerras en Ucrania y el Medio Oriente.

El tardocastrismo, de tanto posponer la aceptación de su triste realidad, ha llegado a una encrucijada: renunciar al disparate o el precipicio; allá ellos; que son blancos, excluyentes y erróneos porque, hace mucho, renunciaron a la razón y dejaron camino por vereda.

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