Por Joel Fonte
La Habana.- La academia del Nobel de Estocolmo ha premiado en su historia a seis latinos: Octavio Paz, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez, y Mario Vargas Llosa, el único Nobel de Literatura que aún vive.
La literatura es el espacio por excelencia para los intelectuales, si se entiende que este término se refiere a «la persona dedicada a las letras y a las ciencias».
Pero ser intelectual no supone solamente escribir, hacer grandes novelas, ensayos, poesía…
El intelectual reclama también compromiso social, estar ligado a la realidad de su tiempo.
Los intelectuales generalmente pueden y deben ser un factor político de cambio en las sociedades, precisamente porque son generadores de ideas, de conocimientos, esas herramientas imprescindibles que orientan la praxis política.
No puede haber procesos de cambios sociales sin la coherente guía teórica del lucido pensamiento intelectual.
Por eso, los pueblos esperan que los intelectuales sean firmes defensores de esos ideales de la contemporaneidad democrática, como Libertad de Expresión, Elecciones libres, Pluralismo político; todos ellos salvaguarda contra la acumulación de Poder, contra el autoritarismo y la corrupción, contra la ausencia de libertad personal, del derecho a la propiedad.
¿Y cómo esperar eso de hombres y mujeres que, reunidos en esa estructura, no hacen sino legitimar a una dictadura que es aborrecida por la inmensa mayoría de los cubanos?
Los «intelectuales» del castrismo hoy son los mismos que otrora fueron cómplices de la cacería de homosexuales liderada por Castro y el Che Guevara, y el encarcelamiento imparable de disidentes.
Son los que miran a otro lado cuando el país se derrumba a pedazos.