Por Irán Capote
Pinar del Río.- Tengo la lengua recién parida desde esta mañana. No puedo chupar nada ni hablar mucho porque el dolor postparto es bastante incómodo.
Así y todo, salí a la calle a dar un respiro porque los apagones me joden la pincha en la computadora. Bueno, me joden la pincha y hasta las ganas de vivir.
Pues iba yo con mi lengua parida y mi apagón calle abajo, cuando me detiene una señora.
Me toca el hombro, no muy gentil , y me dice: “¿Niño, qué pinga es esto, hijo?” Yo no entendía bien a qué se refería ni por qué razón me interpelaba así en la calle sin conocernos.
Por no ser grosero y todo adolorido, le respondo rápido: “¡Imagínese usted!”. Y fue peor el remedio que la enfermedad porque aquella mujer desconocida, de unos sesenta años a lo sumo, siguió en un monólogo en el que apenas respiraba: “Ya le dije a mis hijos que se perdieran pa la pinga de aquí, de la manera que sea, porque esto ya… esto ya… esto ya… Que se vayan, coño y si quieren que ni me manden un “dolare”, ni un combo ni un na. Pero qué se pierdan, niño, porque esto no hay dios que se lo espante….”
Me lo tiró así, sin pelos ni hijos en la lengua.
Yo le hice un gesto, quise explicarle el dolor que tengo en la lengua, pero no me dio tiempo. Cruzó la calle y se acercó a una pareja de jóvenes que venía por la otra senda. Les tocó por el hombro y les dijo:” ¿Qué pinga esto?”… “esto ya… “esto ya”.
La gente anda así…
En fin, a lo que vine. Tengo la lengua parida desde esta mañana. Son tres lengüitas hermosas que se van a destetar en unos días. Las estoy dando en adopción porque apenas puedo mantener la mía. Son de muy buena boca. Y la madre ha sido siempre una lengua suelta.
Interesados al privado.