Por Javier Bobadilla ()
La Habana.-El pollo pútrido en la nevera apagada. La cucaracha caminando por los cepillos de dientes. El gordo descarado mintiendo en la televisión. El primer día los teléfonos tienen carga. El segundo día hay histeria para cargar. El tercer día la gente empieza a entender que el teléfono no se come.
El vecino de la planta compra gasolina a sobreprecio. Hay fiesta, y barra abierta de carga. Los niños juegan con el pitbull a tirarle la pelota. El segundo día no consigue gasolina, pero sigue el velorio del Taiger y el homenaje al Bebeshito. El tercer día le da el bate a los que vienen a cargar. Ya no quiere fiesta con su gasolina.
La rubia de las tetas de silicona se pone las puyas y los diamantes, se va para un hotel y ahí se pasa el día, cogiendo pingüino, tomando cerveza y navegando en internet. El segundo día le grita a la madre que no puede más del calor. El tercer día no se oye, no habla, no se mueve. Sufre acostada en el piso frío del cuarto, mirando al vacío, imaginar quiero que solo en puyas y diamantes.
Mira el vacío. Respira, respira, respira. Olvídate de todo y duerme. El glamour se pierde, los diamantes son eternos.
Y todo, como el diamante, antes que luz es carbón. Martí se sorprendió al enterarse de que el cristal más puro estaba hecho del material más oscuro. Asumió que era el funcionamiento normal del Universo. La realidad es que para hacer un diamante, se necesita un diamante. No tiene que ser grande, uno microscópico funciona. Pones la semilla de diamante, el carbón, y le das toda la presión y la temperatura que se pueda concentrar en dos centímetros cúbicos.
El carbón no sabe cómo transformarse solo, por mucho que lo fuercen. Requiere seguir la estructura inicial del cristal para alinearse. La diferencia entre él y el diamante es el orden y nada más. El diamante es pura voluntad de lucha.
Martí fue la semilla del diamante sin saberlo.
Mira el vacío. Respira, respira, respira… Olvídate de todo y duerme. El dolor es temporal, la gloria es eterna.
Al tercer día entierran al Taiger, al Bebeshito, a Michael Jackson y a Whitney Houston. Se acabó la carga en la última bocina y la luz para el dominó. Se hace un silencio largo, y el mulato grande de la barba larga se pregunta en voz alta que, y si no ponen la luz, qué va a pasar. La nuera de Maria Antonia lo mira fijo, y le dice que nada. Que aunque quiten la luz dos meses no va a pasar nada. Los demás hacen silencio.
Como Ipek cuando dejó a Fikret, de las patanas ya no se habla. Se acabó lo que mantenía viva su relación. No hay una novela turca, ni de ficción ni basada en hechos reales, que pueda contar esta realidad.
Mira el vacío. Respira, respira, respira. Olvídate de todo y duerme. La felicidad en Estambul es más real que aquí. El único feliz es el pitbull, el único con conciencia es el mulato de la barba. Los demás no recuerdan el ayer, no ven el mañana.
Mi mamá saca el pollo de la nevera. Lo huele, lo lava, lo huele, lo hierve, lo huele y después lo bota. Esa noche sueña que está en una escalera en la que cada escalón es más alto que el anterior, en ambas direcciones. Cuando se despierta, ya no hay agua, y se sienta conmigo a mirar el vacío.
Yo dormí como una piedra. Para mí el tiempo fluye diferente, y en el vacío estoy como en mi casa.
El sábado suenan las cazuelas. Es la fiebre del sábado por la noche. No me lo esperaba tan pronto. En dos días se termina de podrir el pollo, en dos días se empieza a podrir una ciudad. Al cuarto día ponen la corriente. Carga el teléfono, carga la moto, enciende el motor del agua. Nadie pone música ni juega dominó.
Tampoco nadie lo dijo en las noticias, pero todos saben que esta es sólo la primera vez. A mí me lo anuncia una pesadilla la primera noche después del apagón.
Mira el vacío. Respira, respira, respira. Olvídate de todo y duerme, que en este universo no hay nada eterno.
