Por Sor Nadieska Almeida ()
«El ser humano necesita una esperanza para vivir. Una esperanza que no sea ‘una envoltura para la resignación’”. (J.A Pagola)
La Habana.- La vida que vamos apenas arrastrando en este hoy de Cuba, lo que menos lleva en sí misma es esperanza. Estamos inmersos hace años en una especie de círculo que no nos permite salir de él, sino por el contrario, se va cerrando sin posibilidades a veces hasta de sentir que estás vivo.
El cansancio hasta el hastío por la búsqueda desesperada de alimentos, de medicamentos, la falta de gas, los apagones interminables que nos someten a un estrés inaguantable, son nuestra cotidianidad. Estamos viviendo en función de si ponen o no la luz, pendientes del déficit de megawatts de cada día, del medicamento que llega a la farmacia, de lo que traen a cuenta gotas a la bodega… y mientras tanto, se nos está yendo la vida, la alegría, el consuelo, incluso el deseo de vivir, arrastrando a muchos al suicidio como salida.
Hace unos días nos mantuvieron a todos pendientes de una nueva preocupación, el primer ministro se iba a dirigir al pueblo para comunicarnos lo que sabemos: CRISIS ENERGÉTICA, de tal magnitud que hasta les costó conectarse de una provincia a otra. Llama la atención que el Presidente hace sólo unos días proclamó en la ONU que la infraestructura eléctrica de Cuba estaba fortalecida.
Hoy, como cada vez que siento delante de Dios y en mi conciencia que algo hay que decir, desde el respeto a cada persona, directivo o quien tiene responsabilidades en el gobierno de este país, vuelvo a preguntar:
¿Qué más nos van a pedir?
¿A qué más nos quieren someter? ¿Quieren que emigremos todos?
¿Tienen conocimiento del hambre que se está pasando?
¿Están escuchando los gritos de desesperación de tantas madres?
¿Acaso es normal que paralicen todas las escuelas, que avisen a las familias en la noche y a todas se les de motivaciones distintas cuando este pueblo sabe la verdad?
¿No se dan cuenta de que ya estamos cansados, obstinados y queremos soluciones?
No quiero un enfrentamiento, porque abogo siempre por buscar soluciones a través de la no violencia. No pido hoy más diálogo, no porque no crea en él, sino porque no lo concederán. Hoy, con la convicción de que primero Dios nos acompaña y sostiene, con certeza de que Él nos ama y no nos abandona, hoy lo que pido es justicia, libertad, respeto y, sobre todo, VERDAD.
No nos engañen más, no disfracen la esperanza en el envoltorio de la resignación, de que esperemos porque vendrán tiempos mejores. Eso lo estamos escuchando hace más de seis décadas y seguimos constatando el aumento de la pobreza a todo nivel.
Al volver a pedir a Jesús, en quien tengo mi esperanza, pongo en su corazón a todo mi pueblo, para que tengamos el valor de reclamar nuestros derechos, para que seamos escuchados. Pido insistentemente por los responsables de dirigir el país, para que entiendan que la obligación que tienen en sus manos es dar soluciones y no seguir engañándonos con falsas promesas de una revolución que no ha sido más que una involución de un hermoso país a un lugar de miseria y destrucción.
¿A qué le temen? ¿A quiénes le temen? Basta ya, ni discursos, ni aclaraciones, ni inventos de termoeléctricas remendadas, ni más con menos. Si no hay mejores propuestas, si no hay soluciones, por favor, la aceptación de la realidad con humildad es el camino, admitan que no pueden, entreguen sus responsabilidades, depongan sus servicios y den paso a quienes ven y pueden dar soluciones.
Nunca será fácil entregar el poder, sin embargo, hay momentos en que tomar conciencia de la imposibilidad de responder puede ser la mejor arma para decir: no somos capaces por más que lo intentamos.
No queremos que nos sigan pidiendo sacrificios por un sistema que no funciona. Queremos libertad, paz y una vida digna, tal y como la quiere Dios para todos sus hijos.
Mi oración permanente por mi pueblo, por mi gente, por todos los que seguimos creyendo que Cuba es nuestra opción y permanecemos en ella. Y ojalá algún día no lejano puedan regresar aquellos que son sus hijos y tienen su corazón aquí con el mismo amor de verla feliz, libre y próspera.
Es mi súplica confiada y mantenida en el tiempo.