Por Reynaldo Medina Hernández ()
La Habana.- Sesenta y tres años parecen muchos para los menores de 30, pero no para quienes han vivido dos o tres décadas más. Sin embargo, he tenido la oportunidad (no digo el privilegio, porque muchas han sido desagradables y hasta peligrosas) de vivir experiencias que muchos octogenarios y nonagenarios nunca pudieron contar.
Por ejemplo, vivir un cambio de siglo (que ocurrió el 31 de diciembre de 2000, no de 1999, como muchos creen).
Como buen cubano de mi tiempo he vivido varios ciclones, más de una devastadora creciente de río, y hasta la Tormenta del Siglo (del XX). Ninguno de esos eventos climatológicos fue peor que las tres crisis económicas que me han pasado por arriba: la de los 70, la de los 90 (eufemísticamente llamada «período especial»), y la actual (que no tiene nombre). ¡No tiene nombre! ¿O sí?
Aprecié, de lejos, el colapso de la Unión Soviética y del socialismo en casi todo el mundo y sufrí, de cerca, sus consecuencias.
Pero la vida, como un buen juego de pelota, me ha «reservado las mayores emociones para los finales». En los últimos tiempos he sido testigo de primera fila del tornado que azotó a La Habana el 27 de enero de 2019, de la pandemia de covid-19, y del colapso del sistema energético nacional, dramático acontecimiento solo conocido en países en guerra o arrasados por descomunales desastres naturales.
Pero, antes de darle gracias a la vida por darme tanto, como dice la canción, quiero pedirle una última vivencia, que sería, sin duda, la más extraordinaria de todas, quiero verme en medio de otro cambio (y no de siglo, claro), de otro colapso (y no del sistema eléctrico nacional… ¡faltaría más…!).