Por Joel Fonte ()
La Habana.- Adoctrinar es inculcarle a alguien determinadas ideas o manera de pensar. Cuando el adoctrinamiento deviene en política de Estado, de una estructura en el Poder para moldear a la masa, para sujetarla a sus fines, entonces se necesita que la sociedad articule herramientas -medios de información paralelos- para contrarrestar esa propaganda manipuladora de la conciencia colectiva.
Esos medios alternativos no existen en el país; al menos no con el carácter masivo, de gran alcance, de los grandes medios de propaganda con que cuenta la dictadura -television, radio, prensa escrita…-.
Por eso no deja de ser básicamente ingenuo el subestimar el Poder manipulador de la dictadura, incluso hoy día, cuando la realidad es tan crudamente ‘real’ que hasta un ciego podría verla.
Pero la propaganda te la oculta. Esa propaganda bien articulada, sistemática, coherente y sobre todo masiva, hace de un burro un ministro o presidente, y de un lacayo corrupto e infame, una autoridad.
Un solo ejemplo: la noche pasada millones de cubanos, dentro y fuera del país, esperaban expectantes las palabras de uno de esos burros-ministro, sin advertir que esa puesta en escena es parte de la manipulación, de ese ‘adoctrinar incesante’.
Esperar que el burro-ministro dijera o hiciera algo más que dar continuidad a la mentira, que procurar ganar tiempo prolongando el inmovilismo, la inacción de la gente, era, y es, pedir peras al horno, o vergüenza a un timador.
Recurro ahora a mí manual de cabecera para entender cómo el esclavo puede devenir en adorador de sus victimarios, y el bienhechor en desalmado asesino, para graficar todavía más esa realidad.
Lo olvidaba: Lo que no nos dice Orwell explícitamente en su libro, es que la rebelión contra las injusticias es un derecho humano, y una obligación moral, ética.
Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.