Por Jorge Sotero ()
La Habana.- Al castrismo le llega su hora, como a todo en esta vida. Ya no puede más y no hay nada que pueda sostenerlo. Lo que no pudieron lograr los cubanos que se levantaron en el Escambray, los que desembarcaron por Girón, los que salieron a la calle cuando el Maleconazo, o el 11 de julio, está a punto de conseguirlo un cáncer llamado revolución.
El que un día fue un gobierno joven e impetuoso, se convirtió en uno viejo, calculador, frío e inoperante. La clase dominante, formada desde el inicio mismo del triunfo en la Sierra Maestra por la mayoría de los que abrazaron a Fidel Castro como líder único, se acostumbró a vivir del sudor del resto, embotellados en proyectos fallidos, coartando cualquier intento de mejor vida del pueblo.
Cuando el gobierno nacionalizó todo: casas, fincas, empresas, compañías extranjeras, industrias, los cubanos de entonces apoyaban, porque pensaron que un día estarían mejor, y algunos hasta se creyeron aquel cuento de Fidel Castro de que se iba a poder ir a la bodega a buscar el café que uno quisiera, y gratis. Pero no fue así: el proceso se enfermó, como se enferman los cuerpos, y el mal que comenzó como una gangrena por el dedo de una de las extremidades, fue avanzando y acabando con todo. Y llegamos a donde estamos hoy, en un cero absoluto de todo.
No hay corriente, tampoco comida, ni transporte, mucho menos medicinas. No hay maestros, ni médicos, ni quien recoja la basura, o lleve a los muertos a los cementerios. No hay internet, ni gas, ni queroseno, tampoco carbón, y no hay leche para los niños, ni para los ancianos, los bancos no tienen dinero y el dinero no tiene valor.
Una libra de tomate estaba este jueves a 750 pesos en La Habana, en Catalina de Güines, y en Güira de Melena.
El que supuestamente gobierna apareció hace tres días en una reunión telemática para un organismo de la ONU y habló maravillas. No parecía el inepto mandatario cubano, sino el presidente de Dinamarca, Noruega, Finlandia o Suecia. Habló, incluso, de que Cuba «también cuenta con infraestructuras industriales, productivas, hidráulicas y eléctricas en franco proceso de fortalecimiento, y los estudios edafoclimáticos, regionales y locales, aseguran a los inversionistas un escenario propicio para maximizar sus proyectos».
Lo dijo así, con una sangre fría increíble, típica del hombre que está adaptado a mentir, que lo hace sin ruborizarse, porque es posible que hasta se lo crea. Y lo peor es que 72 horas después, la prensa se hace eco de una orientación suya al primer ministro, Manuel Marrano, para que aparezca en televisión, en horario estelar, y explique la situación de la electricidad.
Luego, la misma prensa dijo que el tal Marrano estaba en Santiago de Cuba y no iba a poder aparecer en vivo, sino que lo haría grabado y lo pondrían al día siguiente, aunque a mí me huele raro, porque en estos casos el protagonismo siempre se lo cogió él, el presidente.
Mientras, a través de las estructuras del partido comunista, lanzaron las señales de alarma: combatir en las redes, reproducir todo lo que digan los dirigentes por X -antes Twitter- o cualquier otra red social, y estar listos para salir a combatir en caso de que haya alguna «aventura en las calles», promovida, supuestamente, por alguien desde fuera del país, como si los de adentro vivieran en el Edén y solo porque les pagan desde fuera intentarían levantarse.
El Canelo dijo, incluso, que en «el nuevo y diversificado escenario económico cubano funcionan hoy más de 11 mil medianas, pequeñas y microempresas, muchas de ellas listas ya para colaborar en el crecimiento del sector agroalimentario, alineándose con nuestras prioridades nacionales de desarrollo sostenible». Lo dijo sin pudor, habló de desarrollo sostenible, en un país que ahora mismo es el más atrasado del mundo, con diferencia, con todos los ríos y cuencas contaminados, con las calles repletas de basuras y escombros, con personas muriendo de hambre en las cárceles, como si hubieran sido condenados a morir de inanición y no solo privados de libertad, entre esos más de mil presos políticos.
Cubanos, la hora de la libertad está cercana. Y los cubanos o no llegamos o nos pasamos, como dijo en algún momento alguien que no nació en esta tierra, pero peleó por ella, el generalísimo Máximo Gómez. Es la hora de actuar con limpieza, honradez, de no tomarnos la justicia por nuestras propias manos, porque vendrán momentos duros, de incertidumbre, de violencia, de precariedad absoluta, hasta tanto el país logre enrumbarse de nuevo, porque sucederá.
Cuidémonos los unos a los otros y dejemos que sea la ley la que sancione, encarcele y decida sobre la vida del resto.
Eso sí, insisto en la cautela, porque la fiera herida es peligrosa, y luego de sufrir por tanto tiempo, lo que menos merecemos es un baño de sangre. La muerte de cientos de personas enlutaría cualquier cambio y, al final, los que han servido de sostén al régimen seguirán ahí y tendrán que responder ante los tribunales, y algunos tendrán que pagar sus culpas también.
La hora se acerca, cubanos. No falta mucho para que Cuba sea libre. La fruta está tan madura que puede caerse sola, al primer sacudón. No desaprovechemos la oportunidad.