MI HIJA, SUS AMIGOS, EL DESTIERRO

CUBAMI HIJA, SUS AMIGOS, EL DESTIERRO
Por Héctor Miranda (Tomado de su Facebook)
Moscú.- «Marlon se va, Papá», me dijo Gaby un día con los ojos anegados en lágrimas- y solo pude abrazarla fuerte y decirle que todos tenemos un camino y que tarde o temprano lo vamos a tomar. Era apenas una justificación pasajera, pero yo no sabía cuántos más de sus amigos tomarían el mismo camino
Marlon era su amigo de la infancia, el que estaba siempre para todo, hasta para cuando no estaba nadie más. Yo no quería que Marlon se fuera, y le dije, incluso, que terminara su carrera de Medicina y luego decidiera. No me hizo caso y fue mejor para él. ¡Qué bien hizo Marlon!
Me recuerdo de Marlon, pero en mi cuadra, solo en mi cuadra, se han ido muchos. Se fue Joaquinito y toda su familia, que eran como cinco. Incluso, se fueron los ‘Grandes’, que vinieron a vivir a la casa de Joaquinito y que les decían así porque todos medían más de 1.95, y ahora hay otras personas ahí, que en cualquier momento también se van. Y Kenia, que vivía al frente, hizo sus maletas un día y dejó a todos sorprendidos, porque al día siguiente estaba desayunando en Hialeah, o Miami, que es casi lo mismo.
Se fue Gerardito, otro amigo de mi hija, el que le hacía lo tatuajes. Y también la madre de Gerardito, y hasta Jacobo, el hermano, que era menor de edad y que andaba siempre cabizbajo, mirando de soslayo, como si fuera malo, y que siempre me recriminaba con aquello de que «mi nombre es Jacob (Yeicov)».
Thalía también tomó un día el camino del exilio. Y muchos meses después partieron sus padres: Nilita y Papito, vecinos y amigos también, además de gente buena y servicial. Y Susel, que vivía al frente y tenía otra casa desde que se casó con Omar, el de los Cartuchos, se marchó con él y sus hijos Vasti y Raimundo. El éxodo siguió indetenible.
Y Gaby volvía a decirme: «Papa, se fue Diana», o «se va Geisy». Incluso, me ha dicho, «me estoy quedando sin amigos, porque todos se van». Hasta se marchó Caroline, que era como su alter ego. Y Robin, el del pasillo, o Angelito el de la casa de atrás, que animaba las tardes con aquella música a todo volumen de Vicente Fernández y Marco Antonio Solís.
Incluso, se fue Nathalie y su familia, y el Leo, que no era de la cuadra, pero se pasaba los días allí, disertando con su música.
Y se van a otro mundo, en busca de una vida mejor, de sueños, sin importar el sacrificio, el sentirse extranjeros. Unos se van porque alguien tiene que irse para ayudar a los que se quedan, o porque el agobio y las penurias son tan grandes que escapar parece ser la única vía para sobrevivir.
«Qué me importa trabajar 10 o 12 horas duro, si puedo ayudar a mi gente», me dijo Maikol un amigo que también se fue. «Prefiero estar acá, trabajar duro, doblar el lomo, y ayudar a que mis padres estén vivos que verlos languidecer poco a poco, ver cómo se les caen los dientes, el pelo, como se arrastran en busca de unos alimentos que cada día son más escasos y más caros, o agobiados por una esperanza que sabe más a desesperanza».
De la cuadra también se fueron otros. Incluso, me fui yo. El día que puse la última piedra para revestir la pared del frente, saqué un boleto y me marché. Hace casi seis años que no vivo en mi cuadra y no pasa un día en que no los recuerde a todos, que no entre a las redes para ver las publicaciones, alguna foto posteada… no pasa un día sin que un soplo de nostalgia me agarre en algún momento.
La familia y los amigos me llaman. Otros me escriben y me leo los mensajes una y otra vez, aunque solo digan que alguien se va, o que alguien se fue. Me alegro por todo el que se vaya, porque tengo la certeza de que siempre le va a ir mejor, como le va a Marlon.

Check out our other content

Check out other tags:

Most Popular Articles

Verified by MonsterInsights