EL CICLÓN, EL TAIGER Y LA CONSTITUCIÓN

CUBAEL CICLÓN, EL TAIGER Y LA CONSTITUCIÓN
Por Javier Bobadilla ()
La habana.- Pasa el ciclón, muere El Taiger. Yo escucho al músico. Al hombre, el Universo lo pondrá en el lugar que le corresponda, como mismo hará con todos nosotros.
Ha sido una semana intensa. ¿Podemos volver a la política, por favor?
He de responder a los señalamientos hechos al proyecto de constitución que publiqué anteriormente, empezando por aclarar que si bien la estoy escribiendo yo, se consulta constantemente con muchas otras personas. De estas, algunos son cubanos residentes en Cuba, otros son cubanos residentes en el exterior -mayormente en Europa o Canadá-, y uno es un informático alemán. El porqué hay un alemán en este potaje lo entenderán dentro de unos párrafos. Son abogados, filósofos, historiadores, informáticos, diseñadores, etc.
Moraleja: Esto no me lo estoy sacando de abajo de la manga.
A la hora de escribir una constitución, hay una primera decisión a tomar, que va a definir el camino a seguir.
¿Presidencial o Parlamentaria?
El estilo presidencial mejor definido es el norteamericano. También es el más popular, y posiblemente la mayoría de la gente sepa mejor cómo funciona el gobierno de allá que el de aquí. El presidencialismo viene lógicamente con un presidente que es Jefe de Estado, de Gobierno, y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. También viene con un Parlamento que hace las leyes, pero el presidente puede promulgar decretos -órdenes ejecutivas allá- que sólo tienen que cumplir con la restricción de ser compatibles con la constitución.
Si algo les chirría en esa definición, no, Fidel no inventó lo de Comandante en Jefe. El concepto ya era viejo cuando él lo adoptó.
El estilo parlamentario es inglés/alemán. Aquí no se conoce mucho, y excepto para los que viven allá o estudian el tema, tiende a confundir. El parlamentarismo sale con un Jefe de Estado que no manda, un Jefe de Gobierno -en el Reino Unido el Primer Ministro, en Alemania el Canciller- que tiene el poder ejecutivo, y un parlamento que hace las leyes, y lo aprueba/desaprueba todo. El Parlamento elije al Jefe de Gobierno, e igualmente lo quita, sin demasiada ceremonia.
Existen otras variantes, pero estas son, con mucho, las más usadas. Suiza tiene una cosa completamente diferente, pero ellos son suizos y nosotros somos unos chapuceros emotivos, ridículos, infantiles, sentimentales, irrespetuosos e inconsecuentes, y lo de ellos no nos funcionaría hasta dentro de dos siglos. Y si lo de infantil no les suena peligroso, recuerden no hay nada más cruel que un niño. No obstante, de los suizos tomé la posibilidad de llevar cualquier decisión a referéndum, o incluso de revertir una decisión ya tomada. Es mi esperanza que en un futuro tengamos la madurez y la tecnología suficiente para poder decidirlo todo de esa forma.
La decisión de hacer una Constitución parlamentaria fue mía. Para eso no le pregunté a nadie, y al que me dijo que la hiciera presidencial le dije que no. Estoy abierto a que cualquiera presente otro proyecto. El mío es europeo, y los socios de Inglaterra, Alemania y Canadá lo entendieron a la primera. Canadá usa el método inglés y son súbditos de Carlos III. Alemania tiene un Presidente que funciona como el Rey en Inglaterra, y que es muy parecido al Presidente que yo describo. Cuba tiene una estructura parlamentaria desde el 2019, aunque no funcione. El hardware existe, pero el software está mal hecho a propósito.
Eso nos lleva a la primera cuestión:
– El Presidente.
Mi Presidente tiene que renunciar a cualquier filiación partidista -en caso de tenerla- en el momento de lanzar su candidatura. Esa palabra «tiene» es fundamental. No es que quiera o no quiera, es que si no lo hace, si finge hacerlo, o cualquier otra variante, se va. Lo acusan ante el Tribunal Supremo y si lo hayan culpable, se tiene que ir. Y ya. Se elige otro. Si no, dentro de cinco años, cuando termine, puede volver a ser del partido que quiera, y andar con la gente que sea. Si usted es alguien profundamente partidista, no se postule para Presidente, porque va a pasar un mal rato. Trate de ser Primer Ministro. Le va a ir mucho mejor y va a poder mandar, mientras tenga mayoría en el Parlamento, claro.
La segunda cuestión:
– Los términos presidenciales.
Dos términos de cinco años, pero no consecutivos. No quiero un presidente 10 años seguidos, ni 9, ni 8, ni 7, ni 6. En cinco años el más derecho se joroba. Empieza a tener iniciativa. El Presidente no tiene que tener iniciativa, tiene que velar por su Pueblo y la Constitución, en ese orden. Después de su primer término, tiene que usar esos cinco años para reflexionar. Si lo quiere volver a intentar después, felicidades. Si habla de reelegirse o de cambiar la Constitución, de cabeza para la calle, sin hablar con él. Si a usted le molestan estos términos, postúlese para Primer Ministro, que ahí se va a poder elegir las veces que quiera. Mientras tenga mayoría en el Parlamento, claro.
La tercera cuestión:
– Los Derechos y Libertades.
Se menciona su existencia, pero no salen en ninguna parte. Sólo se mencionan los más básicos, el derecho a votar y ser elegido. Aquí decidí -también por mi cuenta, dictatorialmente-, seguir la modularidad de la Constitución de los Estados Unidos. El núcleo no necesita saber los derechos, sólo la forma de hacerlos valer. Debe redactarse otro documento, que liste los derechos, y por cada derecho los requisitos para aplicarse. Este documento teóricamente existe, pero está vacío. Cuando el núcleo arranque, lo primero que debe hacer es escribir los derechos en esa lista.
¿Por qué lo quiero separar así?
Porque esa lista va a cambiar mucho en los primeros tiempos, y si estuviera directamente en el texto de la Constitución, estaríamos cambiando la Constitución, y yo pienso que en los primeros 20 años, la Constitución no se debe tocar. Eliminemos entonces la tentación.
¿Un derecho nuevo? Se vota y a la lista, o no. En el documento de la lista hay permiso de escritura, en el del núcleo no.
Cuarta y última cuestión:
– La división político-administrativa.
A la gente de Pinar del Río no les importa. La gente de Artemisa y Mayabeque quieren volver a ser La Habana.
Los de la Isla quieren que sea de Pinos, no de la Juventud, y quieren ser independientes.
Matanzas tiene petróleo, agricultura, turismo y un parque natural.
A los del medio, mayormente les da lo mismo. Posiblemente la única discusión sea por el nombre.
Camagüey es casi un país, no hay problemas con eso.
Y entonces llegamos a Las Tunas. En esa parte de allá, que hay quien se molesta si uno le dice Oriente, hay demasiadas provincias.
¿Las Tunas? La provincia más pobre de Cuba, que solía ser una parte de Camagüey y otra de Holguín. ¿Granma? ¿Ese nombre les suena? ¿Quién la habrá inventado? ¿Guantánamo? Medio millón de habitantes, la mitad del millón vive en la capital, y de la otra mitad, un tercio vive en Baracoa. No sé, pero algo está mal ahí. Quizá sería mejor darle un pedazo de Las Tunas a Camagüey, y el otro pedazo a Holguín, y eso unirlo con Granma. Después unir Santiago con Guantánamo, y ya va quedando mejor.
Al final, ni siquiera me importa demasiado. La idea es hacer provincias más grandes, que tengan recursos para enfrentar la autonomía.
Una Constitución nueva, como todo sistema operativo, necesita alguien que lo instale y enseñe a usarlo. Claro que, como todo software, mientras menos explicación necesite, mejor. Puede que esta se quede corta en esa parte, pero créanme que el país que yo quiero -y el que quieren las personas a las que yo represento- está escrito ahí.

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