Por Max Astudillo*
La Habana.- En la noche del 8 de diciembre de 1980, Mark David Chapman le arranco la vida a John Lennon. El exlíder de Los Beatles se había bajado en una limusina a la entrada del edificio Dakota, en Nueva York, y su asesino le disparó cinco veces con un revólver 38 Special. Cuatro de las balas le dieron al músico, que solo atinó a decir: “Me han disparado”.
Unos 10 minutos después fue declarado muerto, al llegar al hospital Roosevelt. Y aunque en 1980 aún no había internet, la noticia corrió como la pólvora a través de los teletipos de las redacciones de diarios y emisoras de todo el mundo. También llegó a Cuba: en Radio Reloj recibieron el cable, a través de un servicio que prestaba Prensa Latina. Y lo mismo a Radio Rebelde y Granma, pero… había que esperar.
En la Cuba anterior al internet, y también a la posterior, había que coger señas. Y esas señas las daba el Departamento Ideológico o, en última instancia, esperaban a que Granma se pronunciara. Si Granma decía algo, allá iban todos detrás. Por entonces, era lo mismo leer Granma que Juventud Rebelde o Trabajadores, que por aquella época todos eran diarios.
Uno de los trabajadores de los teletipos, llegó donde Jorge Enrique Mendoza, entonces director de Granma. Cogeaba el hombre, al que le habían amputado un pie, como a casi todos los teletipistas veteranos, por los efectos del alcohol que se usaba para limpiar los teletipos, al que se habituaban todos cual si se tratara del más fino wiski escocés. El hombre extendió la mano y le entregó el cable al director del periódico, que estaba sentado en un sofá, esperando porque le trajeran la última prueba de la portada. El resto del periódico estaba listo para entrar en la rotativa.
Mendoza tomó el papel y antes de abrirlo, le preguntó al teletipista si había pasado algo tan importante como para cambiar una portada que ya estaba lista. El hombre movió la cabeza de arriba abajo varias veces, y solo se le ocurrió decir: “Han matado a John Lennon esta noche en Nueva York”.
Mendoza hizo un gesto de extrañeza y solo le preguntó quién era John Lennon. El teletipista, un mulato de unos 52 o 53 años, con un pelado afro, más conocido como espendrú, solo pudo decirle que había sido el líder de la más famosa banda de la última década. Luego tomó una tasa sobre el buró, ante una insinuación de Mendoza, se sirvió café de un termo plateado y se lo bebió todo de un trago. Después dio la vuelta y al salir por la puerta sacó una cajetilla de cigarros del bolsillo y cerro suavemente.
Mendoza levantó un teléfono rojo, de discos, y marcó un número. Preguntó si faltaba mucho para ver la portada, y luego respondió con un “mejor así, porque ya estaba preocupado”. Unos segundos después se abrió la puerta y entró un señor flaco, de barba y bigotes blancos, con los alrededores de la boca amarillos del humo de los cigarrillos. Le extendió la plana a Mendoza, quien la miró de arriba abajo dos veces, sacó un bolígrafo, la firmó y se marchó, sin apagar la luz. El cable con la noticia de la muerte de Lennon había quedado sobre el sofá, donde lo encontró la secretaria al día siguiente.
Solo dos días después, en la sección Hilo Directo, Granma le dedicó tres líneas a la muerte del genio de Liverpool. Entonces, el resto de los medios hizo alguna mención, la mayoría más somera que el diario que marcaba la pauta.
Dos décadas después, el 8 de diciembre de 2000, Fidel Castro y un grupo de enardecidos revolucionarios, fueron hasta el céntrico parque de la calle 17, entre 6 y 8, en El Vedado, para inaugurar una estatua a John Lennon, el mismo del que pasó de largo Jorge Enrique Mendoza el día en que lo asesinaron, y el mismo por cuyas canciones muchos jóvenes fueron expulsados de las universidades y preuniversitarios, acusados de diversionismo ideológico.
Casi un cuarto de siglo después de inaugurada la estatua de Lennon, en uno de los gestos más cínicos de los que han dirigido Cuba por 65 años, un músico nacido en un humilde barrio de La Habana fue baleado en la cabeza en Miami, y en la isla cárcel sus seguidores casi enloquecen, lo cual me pareció genial, pero los gobernantes de turno, intentaron sacar rédito y se montaron en el carro.
Publicaciones en redes casi a diario, órdenes a sus combatientes en Facebook para que “levantaran la imagen de El Taiguer”, los medios sumados a la cruzada y oración por la vida del todavía joven músico que, en algún momento, en esos instantes de lucidez -como muestra un vídeo adjunto- tuvo palabras duras para el tal Díaz-Canel, a quien acusó de masacrar a la población, de traicionar al país y golpear a los que reclamaban sus derechos.
La Policía de Miami no ha apresado aún al que le disparó en la cabeza al Taiguer. Según versiones de sus voceros, andan a la búsqueda de un hombre cuyo nombre han hecho público, y dan cinco mil dólares al que ofrezca información que facilite su captura. Incluso, hay voces que dicen que huyó a México y que posiblemente busque refugio en algún país del Caribe, sin decir nombre, por supuesto.
De todas formas, Lennon tiene su estatua, y el inglés era un hombre de una conducta intachable, aunque las malas lenguas dicen que le metía a la droga, sin que él lo confesara. El Taiguer dijo que el problema de ganar mucho dinero y tener mucha fama eran solo las drogas. El hombre le metía en la costura, y aún así, los que gobiernan en Cuba están a punto de canonizarlo.
Tal como están las cosas, y con la intención de reunir jóvenes alrededor del presidente, en cualquier momento anunciarán que desvelarán una estatua del Taiguer en la Avenida de los Presidentes, y puede que hasta comiencen a repartir bustos por cada provincia, porque en eso de hacer el ridículo, al castrocomunismo no le gana nadie.
*Fue Teletipista del Granma