Por Héctor Miranda ()
Moscú.- Si no sabes de tenis, no sigas leyendo. Si no te gusta el deporte, termina aquí. Si no tienes sentimientos, sal de esta página, porque esta puede ser una nota triste, porque se trata de Rafa Nadal, mi deportista favorito.
Cuando eres un niño y apenas has visto deporte, el chico del pueblo que jugaba tercera base en las series provinciales podía ser tu inspiración. A ese querías parecerte, y hasta lo intentaste, pero te diste cuenta de que no te alcanzaba el talento, aunque, con los años, piensas que si hubieses puesto más interés, tal vez lo habrías logrado.
Creces, ves más deportes. Te ayuda la televisión, la tecnología, las películas que nunca pudiste ver, los viejos archivos de periódicos en los que desempolvas historias maravillosas, y puedes creer que hubieras sido admirador de Babe Ruth, Lou Gehrig o Mickey Mantle.
Luego ves a Michael Jordan y Roger Clemens y piensas que «estos son los tipos». Pero la verdadera dimensión de lo que es un ídolo aún no la conoces, aunque comienzas a darte cuenta de que el tenis te engancha, de que un chico español que escribe con la derecha y toma la raqueta con la zurda, ha colonizado al mundo del llamado deporte blanco, sobre todo en polvo de ladrillo.
No te importa que el tenis de Roger Federer parezca una coreografía perfecta, y que sus movimientos simulen una danza ensayada una y otra vez, al más puro estilo Rudolf Nureyev. Aplaudes, admiras. Solo eso.
Tampoco te vence la férrea voluntad y el talento de Novak Djokovic. Piensas, incluso, que tiene la ventaja del perseguidor, porque es más joven, porque viene de atrás y toma a Rafa y Roger como paradigma y se deja motivar, o se motiva solo -¡qué sé yo!- pero lo de Rafa es otra cosa.
Rafa es un caballero en la pista, y uno de esos deportistas que jamás da nada por perdido. Hasta que no cede el último punto, el rival no tiene la certeza de haber ganado. Ya no recuerdo las veces que lo vi con punto para partido en contra, y luego ganarlo, ganar el set, el otro set y el partido. Esas son cosas de grandes.
Este jueves Rafa anunció que deja el tenis y algo me dice que desde hoy ya no serán tan importantes las páginas del referido deporte, las finales de los grandes torneos… ni Roland Garros será el mismo, porque el jugador que encandiló la tierra -el polvo de ladrillo- desde noviembre no estará más.
Larga vida a Rafa Nadal, el deportista más grande que he visto, el tenista que te hace pensar que nunca hubieras llegado a ser como él, por muchos dones que te hubiera dado la vida.