Por Mauricio de Miranda ()
Cali.- Un día como hoy, 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (1819-1874) llamó a los cubanos a sublevarse contra el poder colonial español y se inició nuestra primera Guerra de Independencia.
A diferencia de otros procesos independentistas latinoamericanos, los libertadores cubanos le apostaron, desde el comienzo, a la conformación de una República, sí, en Armas, pero República, con un ejecutivo civil, con una Cámara de Representantes elegida por las tropas y un mando militar designado por esta y sobre todo, con una Constitución.
A la luz de las experiencias puede ser discutible una estructura como esta en una guerra de independencia, pero demuestra el evidente talante democrático y republicano que primaba entre los libertadores cubanos. El debate entre esos dos grandes que fueron Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte debería ser de estudio obligado en las clases de Historia de Cuba, pero ya sabemos qué tipo de historia se enseña hoy en día.
Ninguno de los próceres de nuestra independencia o de los procesos revolucionarios posteriores fue impoluto. Cometieron errores. Unos más graves que otros, eran seres humanos y no tiene sentido endiosarlos, como no tiene sentido endiosar a mortal alguno, sea quien sea. Obviamente, todo en la vida es una cuestión de balances entre luces y sombras.
Lo más terrible hoy mismo es que nuestro país está muy lejos de ser aquel por el que dieron sus vidas tantos hombres y mujeres valientes en la Guerra de los Diez Años (1868-1878), en la Guerra Chiquita (1880-1881) y en la Guerra de 1895-1898. Muy lejos de ser aquel por el que dieron sus vidas tantos revolucionarios en la etapa republicana, especialmente en las décadas de los años 30 y 50 del siglo pasado.
Y está muy lejos de serlo porque todos los movimientos revolucionarios en Cuba desde la época de la independencia tuvieron como divisa la instauración de una República democrática y a partir de las enseñanzas de José Martí, una República Con Todos y para el Bien de Todos.
El nuestro no es ese país. Es nuestra responsabilidad construirlo. No caerá del cielo.