Por Arnoldo Fernández ()
Contramaestre.- ¡Bellísimo! También creía lo mismo. Me dijo que tenía 69 años y con él se ganaba el sustento. Tiene que cuidarlo mucho, de lo contrario podría perderlo, dije.
Al escuchar mis últimas palabras, se echó el sombrero atrás y habló del caballo moro que fue a pastorear y unos jóvenes se lo arrebataron, a pesar del machete, de su lucha a muerte para no perderlo: -Corrí mucho, mucho, hasta que uno de aquellos muchachos trepó al pelo y huyó con mi moro.
Recibí unas cuantas pedradas, saqué certificado médico; hice la denuncia, pero no pasó nada. Por aquel moro me daban 100 mil pesos, ¡100 mil pesos, compay! Ahora pago para que me traigan la hierba a casa, no puedo arriesgarme a pastorear.
Otra vez elogié su caballo, volví a decirle que lo cuidara mucho. Agradeció mis palabras y con mucho énfasis dijo:
-Nunca antes, en los 69 años que tengo, había visto tanto robo en este país. Las leyes están muy flojas.
Reconocí con un gesto de cabeza sus palabras.
Al llegar a mi destino pagué el pasaje, cuando me bajé del coche, caballo nos miró, luego emitió varios resoplidos, el hombre sonrió y dijo:
-Compay, ¡los animales saben cuando la gente es buena!
