Por Adalixis Almaguer ()
Miami.- «Si yo tuviera un país impróspero, bordeado de mar y sin peces para alimentarme. Si yo tuviera un país sin luces, un país que no es más que una penumbra. Si yo tuviera un país sin jóvenes, sin sueños, sin ilusiones….
Si yo tuviera un país sin derechos ni opciones, sin gente que pueda decir a viva voz que tiene un país impróspero, estéril, muerto…
Si yo tuviera un país que ya no es un país para quedarse. Si yo tuviera un país con el pellejo pegado a las costillas y al llamarlo por su nombre, me respondiera desde el fondo de su estómago vacío: “Ayyy”. Y en ese “Ayyyy” se fuera su último suspiro de esperanza. Lo ataría con cariño por el cuello e iría caminando con él hasta la plaza, digamos un domingo en la mañana. Los dos en silencio. Los dos cavilando nuestras culpas: él por ser impróspero; y yo por aferrarme a él, sabiéndolo muerto.
Llegaría a la plaza y lo pondría en venta por unas pesetas o por un puñado de habichuelas mágicas.
Pero no tengo un país.
Aunque alguna vez haya soñado morirme en un sitio que no existe.»