Por Laritza Camacho ()
La Habana.- Fui a la Casona de Línea, donde la música trataba de decir adiós a Martha Valdés, de la mejor manera posible.
Edith Duchesne, mi amiga desde la adolescencia, es la sobrina de Martha y su amiga, su cómplice, su cuidadora, también admiradora de su arte, como todos en esta isla y más alla.
Al final, mi amiga y yo nos dimos un abrazo apretado. Ella tapaba sus ojos llorosos con gafas de sol y me dijo:
-Todo quedó hermoso, tan hermoso como era ella.
De inmediato me escabullí en silencio. Soy una artista ermitaña sin don alguno para la socialización de apretones de manos, abrazos y fotos entre colegas… Mala mía, pero no se me da bien.
Bien se me da echar a andar con la cabeza llena de flores, mariposas, historias miles. Y así iba bajando por E a coger Línea y siento un canto bajito y auténtico a mi lado: «palabras, aléjate de mi con tus palabras»…
Me volví para mirar y lo ví… Iba con su sombrero, su paso corto, su rama verde en la oreja y empujando un carrito de mandados.
-Usted le está haciendo el mejor homenaje ¿lo sabe? ¿Me deja tirarle una foto?
Luego le pedí que cantara y me dispuse a grabar pero el teléfono descargado no pudo correr las imágenes ni la historia.
Mi móvil no grabó pero mi memoria analógica se lo quedó gustosa. Su apellido es Morejón, le gusta cantar y una vez, sólo una vez, habló con Martha. Me contó que ella fue muy amable. Ella y sus canciones son Cuba, me dijo.
No sé si Martha Valdés se despidió de este mundo sabiendo lo grande de su obra, pero dejó las calles de Cuba llenas de música y eso es lo que se conoce como ETERNIDAD.