Por José Walter Mondelo ()
La Habana.- Se cumplen hoy 311 años del nacimiento de Denis Diderot, filósofo, escritor y enciclopedista francés, uno de los pensadores más brillantes e influyentes del Siglo de las Luces. Reconocido por su empuje intelectual, su erudición y su espíritu crítico, así como por su excepcional genio, fue quien (junto al matemático D’Alembert) alentó, supervisó, editó y compiló una de las obras culturales más importantes de la centuria: la célebre Encyclopédie. Aquí algunas de sus frases más recordadas.
Los más felices son las personas que dan más felicidad a los demás.
Solo las pasiones, las grandes pasiones, pueden elevar el alma a grandes cosas.
Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga.
Todos quieren tener amigos y nadie quiere serlo.
El primer paso hacia la filosofía es la incredulidad.
Los médicos trabajan para conservarnos la salud, y los cocineros para destruirla, pero estos últimos están más seguros de lograr su intento.
La indiferencia hace sabios y la insensibilidad monstruos.
La ignorancia está menos lejos de la verdad que el prejuicio.
El que te habla de los defectos de los demás, con los demás hablará de los tuyos.
El mártir espera la muerte; el fanático corre a buscarla.
Del fanatismo a la barbarie sólo media un paso.
Cuidado con el hombre que habla de poner las cosas en orden. Poner las cosas en orden siempre significa poner las cosas bajo su control.
Las frases concisas son como clavos afilados que clavan la verdad en nuestra memoria.
Los errores pasan, sólo la verdad permanece.
No hay más soberano legítimo que la nación; no puede haber más legislador legítimo que el pueblo.
Quien puede forzarnos al bien, también podría forzarnos al mal. Un primer déspota justo, enérgico y esclarecido, es una desgracia; un segundo déspota justo, enérgico y esclarecido es una desgracia mayor; un tercero que se pareciera a los dos primeros, al hacer olvidar a los pueblos sus privilegios consumaría su esclavitud.
El gobierno arbitrario de un príncipe, aunque sea justo y esclarecido, es siempre malo.
Aquellos que temen los hechos tratarán siempre de desacreditar a los buscadores de hechos.
La humanidad nunca será libre hasta que el último rey sea estrangulado con las entrañas del último sacerdote.
Ningún hombre ha recibido de la naturaleza el derecho de comandar a sus semejantes.
Solo hay una virtud, la justicia; solo un deber, ser feliz; solo un corolario, no sobrevalorar la vida y no temer a la muerte.
El filósofo nunca ha matado a ningún sacerdote, mientras que el sacerdote ha matado a muchos filósofos.
Decir que el hombre es un compuesto de fuerza y debilidad, luz y oscuridad, pequeñez y grandeza, no es acusarlo, es definirlo.
Si no se otorgan privilegios exclusivos, y si el sistema financiero no tiende a concentrar la riqueza, habría pocas grandes fortunas y ninguna riqueza rápida.
Lo que no ha sido examinado imparcialmente no ha sido bien examinado. El escepticismo es, por lo tanto, el primer paso hacia la verdad.
La gente deja de pensar cuando deja de leer.
Uno debe ser muy poco filósofo para no sentir que el mayor privilegio de nuestra razón consiste en no creer en nada por el impulso de un instinto ciego y mecánico, y que es deshonrar a la razón ponerla en lazos como los caldeos. El hombre nace para pensar por sí mismo.
No debemos acusar a la naturaleza humana, sino a las convenciones despreciables que la pervierten.
El trabajo tiene, entre otras ventajas, la de acortar los días y prolongar la vida.
Es tan arriesgado creerlo todo, como no creer en nada.
El lujo arruina al rico y aumenta la miseria de los pobres.
La moral en todos los países es el resultado de la legislación y el gobierno; no son africanos, asiáticos o europeos: son buenos o malos.
En cualquier país donde el talento y la virtud no producen avance, el dinero será el dios nacional. Sus habitantes tendrán que poseer dinero o hacer que otros crean que sí. La riqueza será la mayor virtud, la pobreza el mayor vicio.