Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- Nadie está nunca absolutamente preparado para enfrentar una situación como la que fue diseñada para, entre otros objetivos, hacerte sentir como te sientes ahora.
Eso puede durar y de hecho convertirse en un recuerdo recurrente y terrible por la situación de angustia y contradicción que genera en los que lo sufren.
Si algo te puedo sugerir es que trates de no enaltecer la condición de víctima. Esto es lo que siempre pretenden los perpetradores del abuso.
Lo eres. Pero uno debe empezar a oponer a tal condición y a los que la determinan, actitudes, ideas, sentimientos, certezas, alegrías, cosas, personas, situaciones hermosas, todo aquello que sirva aunque frágil y pequeño, para trabar el mecanismo propio que te convierte en víctima de la víctima.
Oponerse es también entender lo que pasó, convertirlo en experiencia, trasmitirla, hacerla pública. El miedo y los que lo infunden detestan la experiencia. Como en las peores pesadillas, la experiencia es lo que te hace despertar, lo que hace despertar a otros.
Oponte. Han sido las pequeñas desobediencias, las insignificantes y deliberadas resistencias al opresor, las que han hecho posible que ellos fracasen. Toda rebelión es siempre una intimidad, un acto de intimidad compartida.
Ellos harán todo por hacer(te) creer una victoria total sobre ti porque saben que están siendo derrotados minuciosa y cotidianamente.
Vive, sigue viviendo, no dejes que el acoso, el chantaje, la coacción y el miedo continúen después que sus voces y actos callaron o se detuvieron. No les hagas el trabajo. De eso se trata.
No sientas vergüenza de ti. Date espacio. Todo el despliegue de poder que viste, y al que con razón temes, es muy peligroso pero es tan solo impotencia. Van, no lo olvides, contra lo que no deberían poder, contra lo único que no pueden regular, ni sancionar, ni multar o decomisar: contra el amor que sientes. Ama.
Te abrazamos. Nadie está nunca realmente sólo. No lo estás.