Por Tania Tasé ()
Berlín.- Hay muchas cosas que tengo que recuperar aún, se necesita tiempo y trabajo para eso. Pero al menos, mi terquedad ha vuelto, para bien o para mal. Y es ella la que me obliga a saldar deudas. Este post se lo debía desde hace meses al equipo de MetooCuba . Y también, desde hace demasiado tiempo, a la niña protagonista de esta historia.
Era una niña y tenía catorce años. Era una niña que tenía catorce años cuando fue víctima de una violación grupal. Era una niña de catorce años que fue víctima de una violación grupal en la esquina de su escuela. Era una niña de catorce años que vestía uniforme escolar cuando fue violada por un grupo de degenerados. En la esquina de su escuela. A plena luz del día. A orillas del mar.
¿Se entiende de qué va la historia? Es ahora el momento de decidir si se quedan leyendo o se van a otra cosa.
No voy a citar su nombre, ella será siempre en este relato La Niña.
No podía saber que ese era el último día de su niñez. Siempre llegaba demasiado temprano a la escuela. Le gustaba antes del vespertino que llamaban curiosamente matutino, sentarse en el maleconcito a leer tranquila antes de las clases. Lo hacía siempre desde séptimo grado. La escuela se llamaba Pre-EIDE Granma y estaba compuesta de casitas del reparto Náutico, venido a menos y en estado francamente decadente ya en la década de los 80 del siglo pasado. Tenía siempre deporte en las mañanas en el estadio Saborit. Cuando terminaba de ducharse, en lugar de irse para el Coney Island con el resto de sus compañeros, andaba con paso rápido a su cita con el mar y todos los mundos maravillosos que caben en los libros.
Era martes y llovía a cántaros. Por eso se metió en las ruinas de una de las casitas abandonadas cerca de la orilla y se sumergió en la lectura. No los vio llegar. No los oyó, seguramente por la música de la lluvia sobre aquel techo desvencijado. Estaba sentada sobre la carpeta de los libros de texto en el suelo cuando cinco pares de piernas le taparon la claridad. Sólo entonces despegó los ojos del libro y les dijo levantando la cabeza que se sentaran, que cabían todos, que no le taparan la luz, por favor. El grupo estaba formado por dos mujeres y tres hombres que apestaban a alcohol. Pero ella no se asustó. Nunca se asustaba. Lo último que escuchó antes de sentir el golpe en la cabeza, fue la carcajada grosera de uno de aquellos seres.
Lo próximo que recuerda fue despertar en un hospital cubierta con unos trapos verdes y sangre. Y dolor, mucho dolor aunque no podía saber qué le dolía: tuvieron que pasar muchos años para que comprendiera el significado de la palabra entrañas. Olía también a alcohol y empezó a gritar presa del pánico. Entonces un rostro que no podía ver se interpuso entre la luz y su propia cara, y escuchó una voz baja de mujer: no me ves ahora porque no puedes abrir los ojos todavía, te hemos operado ya dos veces y estás viva, te vas a salvar. Voy a ponerte enseguida una inyección para el dolor y vas a dormir mucho. Sentía su mano muy fría en la frente. Nunca supo si lo soñó todo. Pero fue la última vez en su vida que La Niña durmió “mucho”.
Hubo tres operaciones más y muchos meses ingresada para reparar el daño que aquellas bestias hicieron en su cuerpo. Todo eso sucedió en el Hospital Militar de Marianao.
Poco a poco fue enterándose de fragmentos de lo sucedido. Supo por ejemplo, que la encontró un anciano que solía merodear por esos lugares. Él fue quien dio la alarma ante toda la escuela formada para el vespertino y un grupo de profesores hombres la cargaron desnuda delante de toda la formación, (ya para entonces había parado de llover y salido el sol). Le contaron que gritaban que llamaran a la policía. Su uniforme echo tiras lo encontraron después, y a ninguno de aquellos profes se le ocurrió quitarse la camisa y cubrirla de la vista espantada de los demás niños. Pensaron que estaba muerta. Fue lo mismo que les sucedió a los violadores: no la mataron porque la dieron por muerta. La sola idea de que cientos de miradas vieran su cuerpo desnudo y herido, la hizo enmudecer, en muchos meses no habló una palabra, ni siquiera con sus padres, no soportaba ver el sufrimiento en los ojos de los que siempre había creído invencibles. La Niña miraba a otro lado cuando alguien le hablaba, callaba y se trasladaba a la historia maravillosa que estaba leyendo cuando le taparon la luz para siempre.
Fue visitada dos veces por oficiales de la policía, que no sacaron nada en limpio de ella. No decía una palabra, ni siquiera se enteró de qué querían saber.
Una vez reconstruido su cuerpo por dentro y por fuera, quisieron también curar su mente. Fue ingresada en régimen de hospital de día en la Clínica del Adolescente, en 5ta y 40, en Miramar. Todos los días después del desayuno, era sometida a test interminables y a muchas preguntas que no entendía. A las preguntas verbales no contestaba, sólo a los test escritos. La doctora “buena” se llamaba Aleida Meneses. Era muy dulce y paciente y sonreía como una muñeca de vidriera todo el tiempo. La “mala” se llamaba Elsa Gutiérrez y era la directora de aquella institución.
El lugar estaba rodeado por un muro alto de piedra. Había árboles grandes y frondosos y un patio bastante amplio. Ahí conoció a otros pacientes, había niños pequeños de entre cinco y siete años, además de muchachas y muchachos mayores que ella. De todas las edades hasta 17, y también de otras naciones: Brasil, Argentina, Chile, Uruguay. Ellos se acercaban a La Niña y tras comprobar que no hablaba, se alejaban poco después. Ella también lo prefería así, no soportaba la cercanía física de otras personas, ni siquiera de las más queridas.
La mayoría de los chicos extranjeros estaban ahí para curarse los traumas provocados por las dictaduras que imperaban en sus países de procedencia. Pero recuerda especialmente a una chica cubana de 16 años, se llamaba Aurora y era de Pinar del Río. Estaba traumatizada porque fue vendida por sus padres a un “señor mayor “cuando tenía 12 años después de tener su primera menstruación. Esa bestia la golpeaba y abusaba de ella sexualmente casi a diario.
De todo eso se enteró La Niña en las terapias de grupo. Ahí todos contaban sus historias. Cuando le tocó el turno a ella de contar su “experiencia” se negó con rotundos movimientos de cabeza. La Dra. Elsa empezó entonces a narrarla ella misma y no se calló hasta que La Niña empezó a gritar. Luego hubo reunión en su oficina donde le explicó de malos modos a los padres que la muchacha no cooperaba y que así no la podían ayudar. Parece que esa científica de renombre internacional no entendía conceptos como privacidad y confidencialidad de los pacientes a su cargo. Todos menores de edad.
Varias veces fueron policías vestidos de civil a la clínica y trataron de interrogar a La Niña en el propio despacho de la directora sin la presencia de sus padres. Ella no puede recordar en cuántas ocasiones sucedió eso, pero tuvo que ver muchas fotos, cientos de rostros para ver si reconocía alguno. Veía en cada foto los rostros de los que le rompieron la vida. Los veía en todas partes, en todos los rostros de toda la gente con que se cruzaba: policías, médicos, vecinos, familia, maestros que le llevaban a casa las clases para que las copiara. En los rostros del televisor también los veía y hasta en las páginas de los libros. Durante años enteros. Hasta hoy tiene miedo de encontrarlos en la calle, de carne y hueso fuera de sus pesadillas.
NUNCA FUERON CAPTURADOS.
La Niña nunca obtuvo justicia.
Ha callado todo este tiempo porque las autoridades médicas y policiales la hicieron sentir culpable de lo que le hicieron. Se recuperó gracias al amor y la paciencia de su familia y a la ayuda de terapeutas competentes muchos años después, cuando ya era adulta. No sanó, sólo se recuperó, porque hay traumas que no caducan. Una vez que se sufre el daño doble de ser violada y revictimizada, dura toda la vida, aunque se funcione aparentemente “normal”.
Sólo ahora cuenta esa historia espantosa por si puede servir de ayuda a alguien. Y para que otras víctimas de violaciones y abusos sexuales no permitan que nadie las haga sentir culpables y luchen porque se les haga justicia.