Por Lartiza Camacho ()
La Habana.- El ser humano no suele hablar ni pensar sobre el pasado cuando vive un buen presente o intuye un futuro luminoso.
Las cosas suelen cambiar y, cuando lo hacen para bien, todo el mundo acepta el cambio.
Demoler un edificio que llegó a su final, no provocaría tanto dolor si el proyecto que va a ocupar su espacio no es un solar expuesto al abandono o un parquecito de mal gusto.
Tampoco provoca dolor si ese edificio (convertido en emblemático por mérito arquitectónico, utilitario o por costumbre de años en el lugar) llega a su final después de ser reparado y mantenido, pintado y protegido adecuadamente, durante los años que fue parte del paisaje citadino.
Es un ejemplo el del edificio; pero sucede con todo. Nadie extrañaría el sabor del pan si no estuviera comiendo piedra.
Dejo un listado donde caben por igual héroes, recetas criollas, costumbres, celebraciones, frases idiomáticas, líderes, medios de transporte, librerías, tiendas, calles, avenidas y hasta trillos.
Nadie extrañaría la inteligencia del verbo si no estuviera escuchando estupideces, cada una peor que la anterior.
Nadie en tiempo de paz, extraña la guerra.
Nadie se quejaría de soledad si su familia no estuviera absurdamente separada, dividida… como la patria de hoy.