Tomado de MUY Interesante
Son incontables los asesinatos que han sufrido los líderes políticos y personajes de relevancia de la Historia universal. Sin embargo, no todos ellos marcaron un antes y un después en el devenir histórico. Descubre a continuación los diez más importantes que sí lo hicieron
Madrid.- Pocos crímenes cambian tan radicalmente la Historia, aunque no siempre en la dirección deseada por los asesinos, como demuestran los magnicidios de Julio César o Lincoln. A veces, el asesinato acaba siendo poco más que una venganza cuya consecuencia más relevante –y más indeseada por sus ejecutores– es la redención parcial de la víctima, aunque solo sea por lo atroz de su muerte.
1. Julio César (15 de marzo de 44 a.C.)
Al menos sesenta senadores participaron en el asesinato a puñaladas de Julio César, cuya muerte no evitó la guerra civil posterior entre César Augusto y el militar Marco Antonio. Los motivos de los asesinos van desde la sincera preocupación por el destino de la República hasta los intereses económicos, pero el magnicidio de César fue inútil desde un punto de vista político, pues el resultado fue la instauración de una monarquía autocrática llamada Principado.
2. Abraham Lincoln (14-15 de abril de 1865)
Considerado por una mayoría de estadounidenses de todas las ideologías como el mejor presidente de la Historia de su país, Lincoln fue tiroteado por el simpatizante confederado John Wilkes Booth en su palco del Teatro Ford de Washington el 14 de abril de 1865, solo cinco días después de que el general del ejército sudista Robert E. Lee rindiera sus tropas y pusiera fin a la guerra civil o Guerra de Secesión.
El asesino no cumplió su objetivo: convencer a los sudistas, agotados y derrotados, para que continuaran luchando hasta el final. Eso sí, el presidente que había abolido la esclavitud murió a consecuencia de las heridas al día siguiente.
3. Franz Ferdinand (28 de junio de 1914)
Es ya un tópico decir que el asesinato del archiduque austríaco Francisco Fernando a manos del terrorista serbio de 16 años Gavrilo Princip, durante una visita de cortesía a Sarajevo (Bosnia), desencadenó la I Guerra Mundial. Es probable que el conflicto hubiera estallado de cualquier otra manera, porque Europa era fruta madura para la guerra desde hacía años, pero es obvio que su muerte, fuertemente simbólica, precipitó los acontecimientos y adelantó la contienda.
4. Grigori Rasputín (30 de diciembre de 1916)
El mito de la inmortalidad de Rasputín, cuya influencia en el Zar y la Zarina era muy temida por la Corte rusa, surge en buena parte de su rocambolesco asesinato. Primero fue envenenado con cianuro, pero este no hizo efecto y el príncipe Félix Yusúpov decidió dispararle. Como el disparo tampoco pareció acabar con él, Rasputín tuvo que ser rematado con dos disparos más y con un golpe en la sien y lanzado, atado con cadenas de hierro, al río helado Nevá. Muchos en Rusia aún dudan de su muerte.
5. Nicolás II (17 de julio de 1918)
El horrible asesinato del zar Nicolás II y su familia no es precisamente la estampa más gloriosa de la Revolución rusa. Nicolás fue ejecutado a quemarropa, sin haber sido informado acerca de su destino; la zarina recibió un disparo en la boca; sus hijas fueron rematadas a bayonetazos. También fueron asesinados sirvientes y cocineros.
Sus cuerpos fueron enterrados en una mina abandonada, para evitar peregrinaciones del pueblo ruso. Los revolucionarios comunistas despejaban así el camino para su futura dictadura y marcaban el tono de lo que sería la represión en la Unión Soviética.
6. Benito Mussolini (28 de abril de 1945)
Fusilado por un pelotón de partisanos comunistas, el cadáver de Mussolini fue colgado boca abajo junto al de su amante, Clara Petacci, en la plaza Loreto de Milán. Allí ambos fueron horriblemente desfigurados por la muchedumbre hasta que los comunistas decidieron que ya era hora de enterrarlos en una tumba anónima.
Es probable que el destino final de Mussolini influyera en la decisión de Hitler de suicidarse junto a Eva Braun y en la orden de que su cadáver fuera incinerado tras su muerte.
7. Mahatma Gandhi (30 de enero de 1948)
Gandhi murió tiroteado por Nathuram Godse, un nacionalista hindú que le reprochaba su petición de que Pakistán, sempiterno enemigo regional de la India, fuera compensado económicamente por el Gobierno indio. Godse y su cómplice fueron condenados a muerte, pero no así el que todos señalan como autor intelectual del asesinato: Vinaiak Dámodar Savarkar, presidente del partido nacionalista Hahasabha.
8. John F. Kennedy (22 de noviembre de 1963)
John Fitzgerald Kennedy no fue el primer presidente de EE UU que resultó asesinado, pero sí aquel cuyo magnicidio tuvo un mayor impacto político y cultural en la Historia de su país. Su asesinato supuso el fin de la inocencia de la década de los cincuenta, marcada por la consolidación de Estados Unidos como imperio mundial, y se adelantó en seis o siete años al fin de una segunda inocencia: la de las utopías de los años sesenta.
9. Carrero Blanco (20 de diciembre de 1973)
La muerte del que era por aquel entonces presidente del Gobierno de España, el almirante Luis Carrero Blanco, a manos de la organización terrorista ETA ha sido siempre objeto de especulación entre historiadores, periodistas y políticos.
¿Aceleró el magnicidio del militar, que muchos veían como la garantía de la supervivencia del régimen tras la muerte de Franco, el final del franquismo? ¿O la llegada de la democracia era inevitable y Carrero Blanco habría sido tan solo un presidente de transición? Las dudas siguen hoy en día todavía en pie.
10. Aldo Moro (9 de mayo de 1978)
El cadáver del dos veces primer ministro de Italia Aldo Moro fue descubierto por la policía italiana en el maletero de un Renault-4 aparcado en pleno centro de Roma. Moro, que llevaba cincuenta y cinco días secuestrado por el grupo terrorista de izquierdas Brigadas Rojas, había sido acribillado con once balazos.
Las diversas teorías y especulaciones sobre su asesinato suelen involucrar a los servicios secretos italianos y estadounidenses, a la logia masónica P-2 e incluso a la organización Gladio, aunque la explicación más plausible es probablemente la más sencilla: Aldo Moro fue, sencillamente, una víctima del terrorismo.