Carlos Cabrera Pérez
Majadahonda.- Los compañeros Manuel Marrero y Bruno Rodríguez han puesto en marcha el enésimo tumbe desde el muro de La Habana, prometiendo cambiar todo lo que deba ser cambiado; excepto la represión comunista, el hambre y la oscuridad contra la mayoría de los cubanos, a ellos, a sus jefes y el absurdo partido único.
La rebambaramba tuvo un frustrado opening con una carta del expresidentes pidiendo a Biden que saque a Cuba de la lista de promotores del terrorismo; que apenas tuvo eco, pues en el mundo real, los expresidentes son como tener un tío en Tarará, que no es tío ni es na.
El tardocastrismo está con el agua al cuello por su falta de coraje político para acometer las reformas que Raúl Castro dejó en la gaveta y no por el embargo estadounidense, como papagayean sus dirigentes en cada tribuna y con una incoherencia descomunal, pues reclaman para sí una generosidad foránea que no tienen con los empobrecidos cubanos.
¿Cómo es posible que la tiranía pretenda entenderse con Estados Unidos, si es incapaz de entenderse con los cubanos que discrepan de la baba sin quimbobó?
La letanía es tan maniquea que no se la cree ni el Bobo sin yuca, pero los combatientes de una y otra orilla persisten -como curieles atrapados en una noria- intentando venderle a la guara Biden que puede pasar a la historia como el estadista que resolvió el último episodio de la Guerra Fría en Occidente; vieja tesis que ya no funciona, pues si La Habana reivindica que los problemas internos deben resolverse entre cubanos, ¿para qué necesita una tubería de dólares yumas?
¿Confía más la casta verde oliva y enguayaberada en el imperialismo yanqui, que en el pueblo cubano?
La responsabilidad por la represión totalitaria, el desamparo y tinieblas de Cuba es del actual Buró Político, la camarilla militar y el gobierno, que no sirven ni para sacar los perros a mear; aunque todos los días anuncian que en mayiembre habrá dulces para todos y que los cocodrilos verde oliva se harán vegetarianos, y arrullarán a niños y ancianos con aquello de ¡a esconderse que ahí viene la basura!; es decir, ellos.
La Casa Blanca es libre de correr los riesgos que estime pertinentes y de encamarse políticamente con filibusteros disfrazados de personas decentes, pero viendo lo de Venezuela, la Magdalena no debería estar para nuevos tafetanes.
La Habana sabe que Donald Trump puede ser el próximo presidente de Estados Unidos, que le pondría la caña a trozo y medio, porque la otra mitad ya se las hizo tragar en su mandato, cuando Cuba no se atrevió a promover la salvaje oleada migratoria contra Biden ni el trillo Nicaragua.
Biden no se juega nada porque el 20 de enero se irá a labores propias de un jubilado de oro, pero el mandatario tiene memoria de las trapacerías de Raúl Castro contra Obama y él, y sabe que un patinazo frente a los piratas del Caribe sería funesto electoralmente para Kamala Harris, que no acaba de encontrar el tono, de ahí los esfuerzos de las comisiones de embullo por presentarla como reina madre virtuosa, pulcra y afinada.
Hasta el momento de redactar esta nota, el presidente de Estados Unidos ha renovado el embargo por un año más y ha ampliado en cinco el plazo para establecer reclamaciones contra el gobierno cubano por los afectados por sus expropiaciones forzosas sin indemnización.
El enjuague no debe estar muy claro porque los habituales componedores de batea a favor de la dictadura más vieja de Occidente están calladitos, tratando de pasar desapercibidos para no levantar la liebre y dar al traste con la estafa y ni siquiera han amplificado la jugada del premier y el ministro.
Hasta este lunes, las exigencias de Estados Unidos para lanzarle un salvavidas a la casta verde oliva y enguayaberada es la liberación «incondicional» de los presos del 11J; más destacados dirigentes opositores, como José Daniel Ferrer, Maykel Osorbo, Luis Manuel Otero Alcántara y Félix Navarro.
Pero La Habana se ha negado a cumplir su parte del trato -alcanzado con Washington y el Vaticano en el otoño de 2022- porque pretende desterrar a unos y a otros, que se sumarían a los más de 800 mil cubanos que han huido del comunismo de compadre en el último año fiscal estadounidense.
En la medida en que el tumbe no prospere, asistiremos a un carnaval intenso con pioneros manipulados clamando contra el embargo, a comunicadores, inscritos en la OFICOLA área dólar, recitando a Nemesia la carbonera y, a los de siempre, pretendiendo gozar y bailar con la banda del Estado Mayor General del Farint.
Los brigadistas de mentiras a granel; son inasequibles al desaliento y carecen de dignidad, como todo corsario al servicio de la mentira permanente, y persistirán hasta el aburrimiento en radios, televisiones y periódicos; cuando haya luz porque los cubanos siguen abandonados en las tinieblas de la Guiteras y la Felton; entre otras vírgenes electroenergéticas desvirgadas por el crudo nacional.
El ciclón tampoco ayudó mucho porque pasó por el sur de la isla, dejó mucha agua y daños, pero no con la intensidad de la pobreza fotogénica de la que Bruno Rodríguez podría inundar las cancillerías extranjeras suplicando que cooperen con el artista cubano y el vietnamita dijo buenas palabras, abrazó al chino cubiche y volvió a Hanoi preguntándose cómo es posible que Cuba haya involucionado tanto en tiempo récord.
Pero el esperpento ya ha ofrecido una imagen impagable de Marrero y Bruno en un vodevil, que es una mezcla de La casa de Bernarda Alba con Doña Rosita la soltera (ambas de Lorca), pues suplican amor yuma, pero cerrando el juego a cal y canto; mientras aguardan a que muera la matrona o que un primo emigrado aparezca con las maletas llenas de dinero y dispuesto a casarse con ellos.
Uno de los vicios más recurrentes y perniciosos del discurso oficial es el ombliguismo, el asumir que el mundo vive pendiente de ellos y vender que -en cualquier momento- aparecerá un pozo petrolero como el manantial de Meñique o que un esforzado científico conseguirá que la rana críe pelos.
Pero mientras llega ese momento sublime, habrá que ir resistiendo en el palmar del bajío y, si es con dinero del imperialismo, «más» mejor porque revolución es no cambiar nada y mentir siempre.
Los cubanoamericanos deberían lanzar ya una alerta a la Casa Blanca que proclame: No manden refuerzos, están perdiendo… No los queremos, no los necesitamos.