SI SOLO FUERAN LOS APAGONES

PORTADASI SOLO FUERAN LOS APAGONES

Por Héctor Miranda ()

Moscú.- Acabo de leer un post que pide no convertir la vida en una queja perpetua, en referencia a los apagones que viven los cubanos de dentro de la isla, cada vez más constantes, cada vez más prolongados, y más habituales, y sin esperanzas de que un día se puedan resolver.

El mismo post nos recuerda qué es la resiliencia, como si los cubanos no fuéramos desde hace muchos años los más resilientes de este mundo, ejemplos vivos de cómo sobrevivir sin la mayoría de esas cosas que son importantes para la vida, incluso de aquellas que los primeros filósofos consideraban primordiales, como comida, ropa y calzado o un techo.

Me parece justo que alguien nos pida que no nos quejemos por lo de los apagones, porque sin corriente se puede vivir. De hecho, allá en Palmarejo, donde nací, no había electricidad y toda mi infancia y mi juventud la pasé en aquel lugar sin mayores problemas. Pero -y siempre hay peros- no es solo la electricidad lo que azoca a las personas, sino un sinfín de cosas más, entre ellas hasta el caracol africano, del que ya se olvidaron autoridades y medios de prensa, porque parecería una superficialidad mencionarlo en estos tiempos.

En Cacocum se cocina con leña CubanetNo hay corriente, pero tampoco hay otro combustible para cocinar. No hay queroseno -o luzbrillante- ni gas para la inmensa mayoría de la población, y hasta el carbón está tan caro que para quienes intentan vivir de su salario es casi imposible comprarlo.

Tampoco hay transporte. Los escasos medios que quedan -aviones, trenes, ómnibus nacionales, urbanos- pueden considerarse divinos, no por la comodidad o la puntualidad, sino porque salen cuando Dios quiere, si es que pasan alguna vez. Y por no haber, no hay ambulancias ni transporte para mover los cadáveres. Incluso, en algunos lugares no hay féretros.

Transportan ataúd en una camioneta en BejucalEn la mayoría de los pueblos de relativo tamaño y en las grandes ciudades, no hay quien recoja la basura, y los microvertederos, llenos de roedores y moscas pululan en cualquier lugar, lo mismo a 100 metros de La Rampa en El Vedado, que al lado de un hospital importante en Santiago de Cuba.

En muchos lugares no hay agua. Los habaneros viven constantes crisis con el agua, y en otros sitios, está tan contaminada que es un riesgo tomarla, y Quemado de Güines es un ejemplo elocuente, con fosas y pozos en total convivencia, a escasos metros unos de otras. La Habana, 'ciudad maravilla' convertida en basurero

No hay maestros en las escuelas, y tampoco cuadernos, ni libros de texto, incluso ni pupitres ni pizarras, y los hospitales se caen a pedazos, con los baños llenos de excrementos, papeles sucios regados por doquier, y no hay material quirúrgico ni medicinas en la mayoría de los lugares.

Y aunque las autoridades digan que somos el «paraíso» de la tranquilidad y que los números de homicidios y feminicidios se inflan por medios alternativos, todos sabemos que los crímenes están a la orden del día. Por cualquier cosa matan a una persona, lo mismo por robarle un celular que por un caballo, una moto, un auto o una bicicleta. ¿O alguno de nosotros nunca ha escuchado hablar de eso en ese ámbito restringido en el que se mueve?

Se viraliza imagen de profesora impartiendo clases en pizarra destartalada - Cuballama NoticiasPor no haber, tampoco hay qué comer: no hay carnes, escasea el arroz, el pollo se pierde, el huevo no existe, el aceite casi no se encuentra y cuando aparece, los precios son cada vez más altos, como son cada vez más elevados los de las tiendas en MLC, a los cuales los encargados los suben como si allí compraran personas con el salario de Singapur o Tokio.

Tampoco hay azúcar, en un país que estuvo a la cabeza del mundo en producción y exportación. Y sin esperanzas, porque tampoco quedan centrales, y en provincias como Villa Clara, donde hubo hasta 32, con los dedos de una mano sobran para contar los que aún producen… a medias.

El rostro de Cuba que la Revolución desfiguró¿Y el salario? No hay salario. Tengo la certeza absoluta de que más del 90 por ciento de los cubanos no pueden vivir con lo que reciben por su trabajo, y no voy a referirme a las jubilaciones, porque lo que reciben los ancianos no les alcanza ni para los medicamentos. Y contrario a lo que puedan pensar quiénes deciden, esos hombres y mujeres fueron importantes un día, trabajaron, dieron su vida en un puesto de trabajo cualquiera, para al final recibir una pensión que los ha convertido casi en indigentes.

Me acuesto con hambre y me levanto igual': los ancianos cubanos se llevan la peor parte de la inflación | DIARIO DE CUBAA pesar de todo esto, viene alguien y le pide resiliencia a las personas, como si fuera fácil en un país donde no hay nada, ser fuerte, adaptable, resistir. Ya sé que sobreviven los más adaptables, pero al ritmo que vamos, en 10 años serán muy pocos los cubanos dentro de la isla, porque unos se van -por cientos de miles- y otros mueren de cualquier cosa, hasta de desidia o hambre, que debe ser la peor de las muertes.

Y por no haber, no hay un dirigente con dignidad que salga a dar la cara y diga que todas esas cosas que no hay son responsabilidad suya. Al contrario, enfocan los cañones al campesino, al que vende plátanos o ajos en una humilde carretilla para darle de comer a sus hijos o a sus padres. O aparece el vicepresidente, el encargado por las altas esferas de la producción de alimentos, y le pone una camisa más de fuerza a los que producen arroz. La culpa siempre recae en otros, pero no en esos de abultadas panzas y rostros sonrosados.

Entonces, como diría El Bacán en su antológico monólogo por los 20 años del Centro Promotor del Humor, «no es solo la corriente. No me mientan…»

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