Por Arnoldo Fernández ()
Contramaestre.- Esa noche habló de la vieja ceiba del potrero, las cosas que era capaz de hacer, lo que se decía, lo que él personalmente vivió:
– La luz de la ceiba es un mal augurio. Está asociada al demonio. No se puede pasar bajo la sombra ni martes, ni viernes, ni días impares, porque te quedas atrapado. En uno de sus gajos ahorcaron un hombre por robarse un gallo; su espíritu está ahí.
Un viernes a las 12 de la noche fuimos a ver si lo veíamos. Mis hermanos y yo avanzamos en silencio.
El graznido de una lechuza nos erizó la piel. ¡Está ahí, mírenlo, es que no lo ven coño!, le dije a uno de mis hermanos. Yo no veo nada, dijo. Llegamos bajo la sombra. Extraño sonido en el tronco. ¿Qué será?, dije asustado.
Nos acercamos, Biblia en mano porque sólo Dios puede luchar contra lo sobrenatural; si fuera él, arrodillarse y oraciones. Formamos un cordón, éramos ocho, entonamos cánticos.
¿Qué es eso?, digo. Una luz asoma en el tronco, una luz inmensa. ¿No puede ser? ¿Esto no está sucediendo? ¿Qué usted quiere?, digo asustado. Otra vez grazna la lechuza. Hay que irse, digo. La ceiba totalmente iluminada. Tataguas negras volando alrededor. De repente se abrió la tierra y se tragó a mis hermanos. Ahora son luces que asoman bajo la ceiba.