Por P. Alberto Reyes Pías ()
Evangelio: Marcos 9, 38-43.45.47-48
Camagüey.- Este mundo tiene y tendrá siempre mucha necesidad de bien, de gente que se comprometa, que ayude, que dé una mano.
¿Cuál es la actitud equilibrada? La de la persona que en el momento en que se le necesita dice: “Estoy aquí, ¿qué hay que hacer?, ¿en qué puedo ayudar?” Animado básicamente por una única motivación: Servir.
Digo básicamente porque las motivaciones nunca son puras, y ningún ser humano está exento del gusto interior de ser reconocido por el bien que ha hecho.
Pero una cosa es el gusto sereno por el halago y otra muy diferente es decidir andar por la vida en modo protagonista, donde la condición de nuestro servicio es que el mundo gire en torno a nosotros. Por tanto, el bien se hace cómo y cuándo lo entiende el protagonista (es decir, Yo), en la forma en que lo decide el protagonista y, por supuesto, de modo tal que haga brillar al protagonista.
Los demás son admitidos o rechazados en dependencia no del bien que pueden hacer, sino de cuánto sirven a los planes del protagonista. Y por supuesto, no puede haber otro final que el de los halagos y aplausos agradecidos al protagonista.
La pregunta obvia en estos casos es: ¿Tú estás aquí para servir, para ayudar, para solucionar problemas, o tú estás aprovechando la existencia de problemas para que todo el universo vuelva los ojos hacia ti?
Es una actitud agotadora, para el que la ejercita y para los que la sufren a su lado, pues por supuesto, quedan cortadas de plano las sugerencias del otro, su creatividad, sus propuestas alternativas. El ambiente se enrarece y el servicio, que es la verdadera motivación, deja de ser el centro de la cuestión.
En el Evangelio de hoy Juan relata orgulloso cómo a aquel que estaba “echando demonios” le prohibieron que usara el nombre de Jesús, porque “no es de los nuestros, no nos sigue, no es parte del grupo de protagonistas”. Jesús los regaña: “Han hecho mal”.
Supongamos que aquel hombre hizo caso a Juan. ¿Qué se logró? Menos bien, porque echar los demonios es sinónimo de liberar del mal.
Muchas veces, cuando nos topamos con un amante del protagonismo, la actitud más común es renunciar a nuestra creatividad o, simplemente, abandonar, dejar de dar nuestro aporte, porque las personas con afán protagonista drenan, secan el espíritu de los demás aunque, materialmente, puedan hacer mucho bien.
Por eso volvemos al inicio, ¿cuál es la actitud equilibrada? El ofrecerse porque es necesario,
buscando entre todos hacer el mayor bien posible, sabiendo que ya es suficiente reconocimiento el saber que hemos hecho lo correcto.
Y además de servir gratuitamente, es importante enseñar a los otros a servir. A veces alguien nos dice: “¿Te ayudo?” y le decimos: “No, no te preocupes, no hace falta”. Y tal vez no nos hacía falta, pero hemos negado al otro la posibilidad de ser bueno, de ejercitar el servicio. A veces un niño que está comiendo algo sabroso nos brinda, y uno se enternece y le dice: “No, gracias, cómetelo tú”, y le impedimos que ejercite la bondad de compartir.
Por tanto, son dos los retos: servir con gratuidad, sin buscar protagonismos, y alentar en otros, desde su misma iniciativa, el gozo de ofrecerse y de servir.