Por Oscar Durán
La Habana.- Nada es más difícil que una conversación entre madre e hijo. De eso me doy cuenta cuando veo a Cuba del Infierno, mi madre, mi Patria; una señora desgastada, sin fuerza… Sin nada. Por más que quiera hablar con ella, no puedo. Es difícil. Muy difícil.
Alguna vez la llamaron Cuba de la Caridad. En aquel entonces, era una mujer más joven, con 11 millones de hijos a cuestas y recién divorciada de un señor llamado Campo Socialista.
Cuba de la Caridad sufrió mucho en esa época, pero ahora, con unos cuántos años más sobre sus hombros, está casi al morirse. No aguanta más. Ya nadie la llama Cuba de la Caridad, todos le dicen Cuba del Infierno.
Muchos de sus hijos se fueron a probar suerte allende los mares; no quieren saber de ella. Como madre al fin, sufre cada partida, aunque entiende que no puede hacer otra cosa que dejarlos ir.
Cuba del Infierno es una mujer sola. No se maquilla desde hace muchos años. Da lástima verla. Ya no aguanta más, sin embargo, es una señora muy conformista porque no enseña a sus hijos la necesidad urgente de quitarse toda la maldición acumulada desde 1959 por culpa de su Mayordomo Castro.
Cuba del Infierno no tiene amigas. Ella piensa que Venezuela sí lo es, pero cuando la desgracia es común en una amistad, es mejor estar sola y no acompañada.
A esta hora de la noche, Cuba del Infierno anda a oscuras y sus hijos están echándose fresco con las hojas del periódico Granma, sin decir una sola palabra, aguantando y aguantando porque tienen miedo de reclamar lo que por derecho toca. Yo siempre le voy a reprochar eso a Cuba, el no enseñarle a sus críos la necesidad de defenderse ante tanto abuso.
Si Cuba del Infierno es una vieja arrugada y lista para enterrarla, ustedes tienen que ver a sus hijos. No tienen dientes, demacrados. Unos están robando ahora mismo o matando vacas, otros buscando un pedazo de pan viejo para acostarse con algo en el estómago, mientras el Mayordomo sigue pidiendo confianza y optimismo desde las riquezas de Palacio. ¿Cómo se puede pedir confianza y optimismo anta tanta desgracia? Por eso ya nadie le llama Cuba de la Caridad, todos le dicen Cuba del Infierno.
Muy pocos respetan a Cuba. En donde nos quedaba un poquito de orgullo, dígase, no sé, el béisbol, viene un equipo en Cataluña y nos mete unos sopapos por la cara en un abrir y cerrar de ojos.
De la Salud mejor ni hablar. El cartelito de potencia se quedó en la página 15 del libro de cuarto grado. Somos los cubanos quienes necesitamos cualquier tipo de ayuda médica en todas las especialidades existentes. Ni una muela podemos empastarnos.
Pero si la Salud y el Deporte andan mal en Cuba del Infierno, la Educación viene a cerrar por todo lo alto. Si hay algo preocupante, es el tema de la educación en los hijos de Cuba del Infierno.
Por esas mismas razones, nadie se atreve a dar un pronóstico sobre el futuro de Cuba. Ella está tirando sus últimos cartuchazos y en cualquier momento se desvanece en el medio del Mar Caribe. Sus hijos – los fieles que se quedaron a su lado- van a morir también con ella.
Es una lástima verla así, la verdad. Tan linda que era. Todo el mundo tenía que ver con Cuba de la Caridad. Perfecta nunca fue, pero era una dama elegante, fina, desarrollada y próspera.
Si algún día le preguntaran de qué se arrepiente en la vida, imagino que baje la cabeza y no responda por pena. Tanto ella, como sus hijos, se deben arrepentir de muchas cosas. De virar el tiempo atrás, escogerían otro camino y no el infierno que están viviendo por culpa de un Mayordomo de apellido Castro.