(Tomado de Internet)
La Habana.- Unos estudiantes le preguntaron una vez a la antropóloga Margaret Mead, cuál consideraba la primera señal de civilización en una cultura.
Los estudiantes esperaban que la antropóloga hablara de anzuelos, cuencos de arcilla o piedras para afilar, pero no, Mead dijo que el primer signo de civilización en una cultura antigua es la prueba de una persona con un fémur roto y curado.
Mead explicó que en el resto del reino animal, si te rompes la pierna, mueres. No puedes huir del peligro, ir al río a beber agua o cazar para alimentarte.
Te conviertes en carne fresca para los depredadores. Ningún animal sobrevive a una pierna rota el tiempo suficiente para que el hueso sane.
Un fémur roto que se curó es la prueba de que alguien se tomó el tiempo para quedarse con el que cayó, curó la lesión, puso a la persona a salvo y lo cuidó hasta que se recuperó.
«Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización», explicó Mead.
La anécdota es tremendamente inspiradora y podríamos intentar ampliar el alcance de lo que sugiere. Una civilización comienza a construirse en el momento en que los individuos comienzan a reconocerse unos a otros y a sentirse movidos a protegerse mutuamente.
Al cuidar la supervivencia del grupo frente a tantos desafíos naturales que debían enfrentar. De ahí ya puede venir todo lo demás: una organización, un proyecto común, intercambio de experiencias y aprendizajes que enriquecen el conocimiento de otros y generan nuevos descubrimientos y técnicas.
Margaret Mead fue una antropóloga estadounidense del siglo pasado. Nació en Filadelfia en 1901 y después de graduarse en Psicología y Antropología y trabajar como académica en Nueva York, decidió estudiar directamente la cultura, la organización y el carácter de los pueblos en distintas islas del Pacífico Sur, sobre todo en Nueva Guinea y Samoa.
De sus investigaciones resultaron numerosos libros que han inspirado el desarrollo de la Antropología y la Etnografía hasta nuestros días.