Por Irán Capote ()
Pinar del Río.- El 27 de septiembre, en la víspera por el día de los CDR, uno saltaba de alegría. Sin entender nada, sin saber bien cuál era el motivo de entusiasmo que nos hacía colgar cadenetas de periódico recortado de poste a poste; amarrar gajos de arecas y tendederas de tiras de colores.
Uno no sabía nada. Y ahora creo que ni los adultos en aquel entonces tampoco lo sabían. Era un día de fiesta y punto. Una noche para que todo el cotorreo de los vecinos se juntaran a bailar, a tomar ron barato, caldosa, comer un poco de dulce de cada casa; repartir diplomas por doquier, hablar por el micrófono de las materias primas, las emulaciones, los estímulos, las donaciones de sangre, la vanguardia, los poemas de los pioneritos, las consignas, la creatividad de cada comité…
Y entre dientes reírse de todo aquello, reírse de uno mismo, saber que la práctica demostraba que nada caminaba para ninguna parte y que los diplomas plasticados solo servían para abanicarse y espantar los mosquitos durante las largas jornadas de apagón.
Los cubanos siempre hemos tenido esa condición de seguir el juego por un lado y reírnos del mismo juego que jugamos sabiendo que no hay disparate más grande.
En algún momento de nuestras vidas lo hicimos: gritamos una consigna, hicimos un aplauso deportivo, pusimos una cadeneta de papel en el poste, declamamos un poema patriótico o nos tomamos de las manos para corear aquello de: ” …en cada cuadra un comité…”, “…de saberse cada día más cubano…“, …“barrio por barrio, pueblo por pueblo, país en lucha…”
Luego se repartía la caldosa, empezaba el baileteo y entre dientes otra vez, se hablaba de los que se fueron para el yuma y mandaban cosas para ayudar a sus parientes. Era bonito, chico, porque el barrio estaba contento, al menos una noche al año, aunque no se supiera ni por qué.
Nada, que si alguien consiguió azúcar e hizo un plato de dulce, me haga el favor y me alcance un poquito. Es lo único que se extraña.
En cada bache, un comité.
Nota al pie: Lo mío era ver un pudín junto a un diploma y una cadeneta y ponerme a declamar “Ya estamos en combate”, con una fuerza, con una motivación patriótica, con unas ganas de comer pudin que pa qué les cuento…
¿Quién se iba a imaginar esto mío ahora?