Redacción Cultural
San Sebastián.- Pamela Anderson, actriz e icono erótico de los 90, ha presentado en San Sebastián su nuevo bautismo actoral de la mano de Gia Coppola, ‘The last showgirl’, un filme hecho a su medida que reflexiona sobre el ocaso de la belleza y el lado oscuro del sueño americano.
“He dudado de mí muchas veces y los demás también”, ha confesado en rueda de prensa la que fue estrella de la serie ‘Los vigilantes de la playa’, orgullosa y feliz de dar este salto al cine independiente y de autor a sus 57 años, “cuando creía -ha dicho- que era imposible”.
“Nunca es demasiado tarde, estaba en mi jardín haciendo mermelada y pensando que nunca tendría una oportunidad así”, ha asegurado la actriz, que ha reconocido haber vivido “algunas décadas perdidas”. “Siento que pasé de ‘Los vigilantes de la playa’ a Broadway de golpe, no sé qué pasó entre medias”, ha dicho.
La película, que cierra este viernes el desfile de aspirantes a la Concha de Oro en el festival de San Sebastián, gira en torno a una veterana bailarina que ve como el espectáculo de Las Vegas en el que lleva trabajando 30 años baja el telón de forma abrupta.
A la vez que se enfrenta a un incierto futuro profesional a sus 50 años, se esfuerza por reparar la tensa relación con su hija, que a menudo ha estado en un segundo plano.
Anderson ha admitido que su situación tenía muchos paralelismos con el de Shelley, su personaje, que ha dependido en gran medida de su cuerpo y su belleza para trabajar.
El físico de Pamela Anderson
“Gran parte de mi carrera ha dependido de mi físico y esa ha sido una de las razones para hacer este experimento conmigo misma”, ha señalado, “quitarme capas, recordar quién soy, no dejarme definir por los demás o por lo que la gente espera de mí, no amargarme y mantener la alegría de trabajar en este negocio”.
La actriz llegó ayer a San Sebastián y pasó rauda por las escaleras del hotel María Cristina, vestida con un sobrio pantalón y jersey negros y con el pelo recogido. Hoy ha comparecido ante la prensa con un vestido rosa de gala, ya que acababa de pasar por la alfombra roja del Kursaal previa al estreno de su película.
Para Gia Coppola (Los Ángeles, 1987), nieta de Francis Ford Coppola y sobrina de Sofía Coppola, este es su tercer largometraje después de ‘Palo Alto’ (2013) y ‘Mainstream’ (2020), que se presentaron en el festival de Venecia.
“Siempre quise hacer una película en Las Vegas”, ha asegurado. A través de una prima supo que había un espectáculo, Jubilee Showgirls, a punto de acabar, fue a verlo y se encontró con un mundo que le interesó por ser desdeñado, pese a su alto nivel de producción y donde encontró un fuerte simbolismo del ocaso del sueño americano.
“Es una metáfora del sueño americano”
“Es una metáfora del sueño americano, no es oro todo lo que reluce, gran parte de la gente en América tiene esa vida”, ha dicho Coppola, “el entretenimiento tiene el foco pero a veces no funciona y los sueños chocan con la realidad, sin plan de jubilación, sin ingresos y en definitiva sin poder vivir de ello”.
La directora ha dicho haber tenido en mente a Anderson desde un inicio pero cuando vio su documental ‘Pamela Anderson: una historia de amor’ (2023), en el que narraba en primera persona su trayectoria, marcada por su conversión en icono erótico televisivo y su relación tortuosa con el músico Tommy Lee, pensó que nadie más podía hacerlo.
Tras su paso por San Sebastián Pamela Anderson recibirá el Premio Golden Eye del Festival de Zúrich, que se celebrará del 3 al 13 de octubre, un premio que reconoce los logros de su carrera. (EFE)