Por Adalixis Almaguer ()
Miami.- Hace tres años estaba leyendo sobre el duelo, y las etapas del duelo, y como sobrellevar los duelos. Recién se había ido mi pá. Hoy con el cielo gris de Helen me encuentro la publicación y me parece que lo vivo todo otra vez.
Autoayuda -dicen.
He leído mucho sobre los duelos en los últimos días. Pero lo que nadie te dice es que es como montarse otra vez en las tacitas locas que había en el parque infantil cuando eras niña. Sí. Porque esas etapas pasas y las vuelves a pasar 25 veces en un mismo día.
Negación: por momentos me parece mentira porque no te vi apagarte. Y de pronto lo olvido porque apenas unos días antes de entrar al hospital hablábamos y, jaranero como siempre, solo te preocupábamos los niños y yo. No te dolían ni los callos.
Y entonces, segundos después y en caída libre, me hago añicos contra la realidad. Ya no estás.
Ira: tengo tan mezclada la ira con el miedo que no sé que parte toca a cada una. Miedo de que la rabia me consuma si le doy riendas. Dicen que en esta etapa se asignan culpables y eso me asusta aún más. El sistema de salud es tan asqueroso como la dictadura por lo que no quiero abrir esa puerta, no quiero, no vaya a ser que no pueda regresar.
He oído que venden los antibióticos por la calle, inyectan agua, maltratan, no existen mecanismos para malpráctica médica, te tratan con aire comprimido sin alivio a los pulmones y viran todos la cara hacia el otro lado. Todos. Nadie pregunta donde está el oxígeno. Ni médicos que juraron servir al ser humano y están contribuyendo a la matanza, ni personal de enfermería, ni familiares, ni nadie… tres dosis después de una vacuna que no se reconoce… te indican una radiología y luego de dos días tienes que protestar para que te la vayan a hacer si hay con qué.
La boca tenebrosa de la falacia que se traga las consignas y escupe en nuestras narices el genocidio.
Negociación: nunca he pactado con la vida porque no existe el «SiHubieraSido».
Todos tenemos un ojalá, un algo que se nos quedó en el vientre para siempre en gestación sin nacer, algo parado en la puerta sin entrar, algo que nunca cruzó el umbral. Todos llevamos dentro alguna chispa que no encontró donde hacerse llama, que se apagó aún antes de arder sin dejar huella. A todos nos cuelga alguien o algo de la duda y de vez en vez nos prefuntamos: y si…
Pero no. No fue, ni será.
Depresión: ¿cuenta cuando te da por tejerles gorros a las tazas?
Aceptación: somos criaturas resilientes. Quizás hoy no, pero mañana volvemos a intentar la vida con menos pena, con menos dolor.
Dios decide cuándo llegamos y cuándo nos vamos.
Pero el CASTROCOMUNISMO es CULPABLE de cómo vivimos los cubanos mientras estamos aquí.